‘Sin Moralejas’ de Pachamoro: recuerdos cantados de un año para olvidar

Por: Álvaro Castellanos | @alvaro_caste – Periodista, editor web y creador literario

El cantautor colombo-peruano presenta un rompecabezas de melodías folk y editoriales satíricas acerca de un 2022 atiborrado de miserias.

Entre los argumentos que explican a Colombia como una nación fallida, sobresale su absoluta ausencia de sentido del humor. Nos cuesta mucho burlarnos de nuestra precariedad y, cuando algunos lo intentan, lo hacen sin códigos, ya sea por ignorancia o por indolencia. En medio de esta debilidad, acudimos una y otra vez al chiste como primer recurso para hacer reír, cuando en realidad debería ser el último. El buen humor es muestra de inteligencia y en Colombia sobran las razones para asegurar que no hay lo uno ni lo otro. Por suerte, sobre estas ruinas desprovistas de gracia aterriza el cantautor colombo-peruano Manny Pachamoro. Es justamente el absurdo de nuestro país su motor creativo en ‘Sin Moralejas’, un EP de seis canciones en clave de sátira, con influencias folk y un estilo spoken-word.

Satírico y visceral, así es ‘Sin Moralejas’, el nuevo EP de Pachamoro.

La palabra hablada sobre bases rítmicas es el arma de Pachamoro para empujarnos contra un espejo y obligarnos a reconocer nuestra pasividad en un país cuya opinión está orientada, en su mayoría, por gente horrible.

El Jammin es el primer sencillo de Sin Moralejas. Con tono desenfadado, brillos ocasionales, guitarras orgánicas y baterías sutiles, la narración de Pachamoro recuerda a su manera el fracaso del Jamming Festival de 2022. Un evento que prometía una reunión de artistas sin precedentes y cuyo afiche terminó siendo un rénder irrealizable que condujo a su cancelación.

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«Se canceló la oportunidad, que dice fue aplazada.  Y a la casa Babylon, fue la turba a protestar. Pero no encontraron nada. Ahí quedó pintada la gana del consumidor».

En El Jammin, Pachamoro va disparando en diferentes direcciones. Menciona a Susana Boreal, joven paracaidista convertida en Representante a la Cámara y uno de los sapos más grandes que se tragaron los votantes de Gustavo Petro. También, a la exministra Karen Abudinen, que refundió 70 mil millones de pesos para el Internet de los niños en zonas rurales. A los Char, su turbio clan político. Y hasta al Frailejón Ernesto Pérez, el influenciador ambiental que se aparece hasta en la sopa. Cuando la canción va llegando a su clímax, gana ritmo y enseña un ensamble más robusto para recordarnos que la vistosidad de Pachamoro no se queda en las letras o, como él lo llama, en su entretenimiento salpicado de reflexión.

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«Acostumbrado y vacunado, me voy a Ucrania a compartir. A ver si salgo en las noticias, sonriendo y saludando a los que les toca resistir. Y me veo abandonando, que me expropien o me manden a culear. Que me den un puesto al lado de Susana Boreal».


No te vayas es el segundo track de esta risueña radiografía de sueños rotos. Hace referencia a la promesa de la cantante Marbelle de irse de Colombia si la izquierda subía al poder. La repugnante artista, que llegó a comparar a Francia Márquez con un mico, es la inspiración de un corte que va incorporando variantes como guitarras con poca distorsión, cuerdas con un toque folk y una batería que va ganando protagonismo con el andar de la canción, cuyo cierre no podía ser otro que un eructo.

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«Marbelle, no te vayas. En Europa no está la Francia que tú quieres conquistar. Yo no digo que no haya elegancia en tu hablar, pero sólo aquí en sus perlas te acolitan la vagancia, la ignorancia, la pereza a pensar, el afán de insultar, el descaro de vivir como has vivido. Tener una novela entre el culo y la cagada, no sé cuál más chicanear».


La tercera canción de Sin Moralejas se llama Nos duele. Ensayísticamente hablando, expone las ideas más concienzudas del EP. Habla puntualmente de las elecciones presidenciales, de la derrota en las urnas de Rodolfo Hernández y de esa gran porción de la sociedad colombiana que luce indiferente con la guerra y sus víctimas.

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«Los que tienen la plata se pueden escapar. Usted, pobre de derecha, qué me le van a expropiar. Que sí, rodeado en pesimismo, en generaciones empujando la barra para el fascismo».

La prueba de que Nos duele tampoco lleva juicios morales es que Pachamoro se incluye en el problema. O sea, dice ser parte de la inconciencia que repudia.

«Nos duele que perdió el ingeniero adinerado, nunca nos muerde la pena ser hinchas de la pobreza ajena. El campesino abandonado, el indígena abusado, esos niños olvidados no son más».

Si bien Pachamoro no le da facultades mesiánicas a Gustavo Petro, celebra cómo expuso a los cómodos que querían que todo siguiera igual para evitar sacudones sociales que comprometieran su privilegio.

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«Yo no sé si Petro sea una respuesta, pero el man como mínimo en mi círculo nos destapó a todos los cínicos que piensan como yo. Nos duele más haber perdido la ilusión de dignidad que nunca existió. Me esfuerzo más por preguntar que por trabajar por un país unido».


Tuits, cuarta canción de Sin Moralejas, ataca a algunos de nuestros líderes de opinión más lamentables y a ese deseo momentáneo de ser trending topic. La influenciadora uribista Natalia Bedoya, que durante cuatro años se empacó millones sin hacer nada, se lleva su mención, igual que Lalis o Levi Rincón, influenciadores de izquierda, o incluso Iván Duque y Fico Gutiérrez, últimos bastiones de un uribismo caduco. Sin embargo, la referencia más cálida y sentida de Tuits va para la escritora Carolina Sanín. Este odioso trol de Twitter es satirizado con una estimulante referencia babosa.

«Ya quisiera yo ser el autor de algo viral. Algo que me afame unos segundos. Pero eso sí que esté bien escrito bien referenciado y sobre todo que sea real. Para ser merecedor de una mamada, de Carolina Sanín. Sería tan feliz tan sólo con que expresara, con un día me nombrara con toda la intención».

El afán de figurar en las redes sociales, aunque sea un ratico, aunque sea por motivos equivocados, es la motivación lírica de Tuits. De ahí que la periodista del establecimiento Vicky Dávila aparezca en el segundo bloque de la canción. «Ojalá yo pudiera yo ser tan polarizante, como cuando Vicky a la nación omite y comparte».

Con una melodía que recuerda las canciones didácticas del gran programa chileno 31 Minutos, Tuits desprende una elaboración adicional que resalta el derecho de las mujeres al aborto seguro y la moral torcida de quienes se oponen a esta práctica hasta que el feto nazca, porque de ahí en adelante quedará reducido a su suerte.

«Apoyar a las mujeres, su derecho a abortar. A todos los católicos fieles que les duele tanto un feto hasta que hay que mantenerlo. Y ahí sí es problema de otro, pero eso sí que salga a aportar. Criarlo para votar. Producir sin protestar».


La quinta canción de Sin Moralejas lleva el nombre de La Normalidad: un vainazo al prohibicionismo forzado que dejó el Covid-19. A pesar de que el virus que paralizó al mundo bajó en intensidad durante 2022, sus esquirlas psicológicas siguen incrustadas en nuestras cabezas.

«Estoy mamado de reciclar aliento. Ya no puedo expresar palabra clara en el lugar cerrado, por prevenir el gran contagio que viví, ese año, en mi ciudad».


Con los taches bien arriba, Pachamoro le pone una cereza a este postre rancio, a través de Mamerto Fascista, sexto y último track de Sin Moralejas. Una diatriba al militante de teclado, al que sólo hace ruido con sus lugares comunes y que nada aporta a un debate verdadero. La antinomia que propone su título vuelve a destacar nuestra incoherencia como extras de poco parlamento en una nación fallida y vuelve a poner sobre la mesa la inutilidad de las redes sociales y el repudio a que cualquier persona, como usted o como yo, crea que aporta algo escupiendo obviedades frente a una pantalla.

«Oh, niño ignorante. Dime qué te tiene tan confiado y desafiante. Se supone que tus quejas denunciaron este mundo corrupto y despiadado. Una exigencia más y aun así no haces más, sino dormir, cagar, dormir y fumar».


Como su nombre lo indica, en Sin Moralejas, Pachamoro no pretende entregar juicios aleccionadores sobre el espectáculo grotesco de poder y viralidad efímera que explica al país. Al contrario, es un ensayo sonoro sin pretensiones que va descabezando títeres al son de canciones con métricas meticulosamente espontáneas, cuya interpretación nos recuerda a artistas como Andrew Jackson Jihad, Edson Velandia o El Cuarteto de Nos. Y si bien su contenido pueda lucir excesivamente perecedero en el tiempo, también sienta un precedente musical fresco y libre, potenciado por la gracia que representa destornillarnos de la risa con nuestro propio sinsentido.

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