Por: Luisa Victoria Álvarez Gómez – Colaboradora de Colectivo Sonoro.
Los espacios de fomento artístico y fortalecimiento de la escena musical bogotana se han enfrentado a una crisis de sostenibilidad debido a la falta de garantías en el sector de la cultura imposibilitando seguir activos. Puntualmente, las salas de ensayo, vitales para mantener vivo el nombramiento que la Unesco le dio a Bogotá como la ‘ciudad creativa de la música’ hace ocho años.
La sede principal de Alterna, ubicada en el barrio El Campín en Bogotá, cerró sus puertas hace dos meses luego de haber sido la casa de las bandas por 15 años. Álvaro Vargas, fundador de las salas de ensayo, músico y gestor cultural, manifestó su percepción y las dificultades que han atravesado las artes y la cultura desde el cese de actividades debido a la pandemia generada por el Covid-19.
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Tras años de inversión y trabajo para prestar un servicio a las bandas independientes de la movida hardcore, punk, hip hop y rock para ensayar, grabar y realizar conciertos; el empresario se vio obligado a desarmar las salas de ensayo que le permitieron fomentar y fortalecer la escena alternativa y emergente de la ciudad.
«Ahora que estoy desarmando, me estoy dando cuenta de todo el trabajo que tuve que hacer. En el caso de Alterna, era una casa familiar gigante. Yo adecué cada rincón para hacer salas de ensayo, a algunas las adecué como dos o tres veces, porque primero le hice una sonorización, le añadí cosas con madera, espuma y alfombra. Todo fue costoso. En este momento estoy tratando de salvar todo el material, lo que más se pueda porque fue una inversión que ahora veo como pérdida. Con el estudio de grabación hay que tener más cuidado porque lo adecué en el garaje», dice Álvaro.
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Después de ver un video que publicó en su cuenta de Facebook el pasado 17 de junio en donde anunció la difícil situación, valió la pena preguntar, por qué un lugar con una trayectoria de 15 años, en cuatro meses de inactividad se hizo imposible de sostener.
«Estos negocios viven del día a día, del consumo que hacen los músicos mientras ensayan. Han sido cuatro meses sin ninguna actividad y los recibos y gastos no dan espera. Aquí los servicios son muy costosos, el alquiler de la casa, todo va sumando», argumenta el músico.
Teniendo en cuenta que las alternativas que el gobierno ha ofrecido no son suficientes para el sostenimiento de algunos de los pequeños negocios, como artista, empresario y gestor cultural, Álvaro considera que han sido soluciones que solo responden a la emergencia de una manera escueta. Además, la respuesta y apoyo de entidades como el Ministerio de Cultura, Idartes y la Cámara de Comercio a artistas y espacios de fomento cultural han sido insuficientes.
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«Vi que Idartes había lanzado una convocatoria para artistas, gestores y demás. En la casa convivía con dos artistas más, un productor y un realizador visual. Participamos en la convocatoria y nos dimos cuenta que otros conocidos en el mismo sector estaban también participando para sobrellevar la situación de esa manera», afirma Vargas, añadiendo que «las convocatorias no abastecen a todos los actores del sector cultural».
En cuanto al Ministerio de Cultura, enfatiza que la primera transmisión oficial fue desalentadora: «No saben cuántos músicos hay, ni quiénes son gestores culturales. Aparentemente, la ministra afirmó que estaban trabajando conjuntamente con alcaldías y otras entidades en un censo para tener certeza cuántos actores del sector artístico y cultural hay para que las ayudas fueran directas».
A su vez, manifestó que, «esto nos hace entender que tenemos un Ministerio de Cultura que simplemente es un Ministerio de placas, yo qué sé. O yo no sé para qué servirá, porque en este momento que, debería de servir para nosotros, no existe».
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Sobre la transmisión de la Cámara de Comercio, afirma que, «salió una chica muy moderna a decir que deberíamos empezar a hacer streaming. Mi percepción es que no han hablado con las personas que estamos metidas en el cuento de la música, de la cultura, con los estudios, con los que hemos hecho conciertos. Se entiende que hay una pequeña cultura que se está forjando, pero ellos no tienen claro cómo son las cosas».
Con referencia a manejar las prácticas artísticas y culturales desde la virtualidad, forma en que se está desarrollando y adaptando debido a las circunstancias que lo demandan, Álvaro está convencido que «ni los ensayaderos se van a volver digitales ni se pueden volver live streaming porque tiene un desgaste. Y hay muchos otros músicos que no van a montar un show virtual. Quiero ser positivo porque no quiero pensar que la música se va a volver un streaming todo el tiempo. Como músico, sería muy deprimente. Daría lo mismo ver una banda que ver un video por YouTube. Es más, se oye y se ve mejor».
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Para terminar, quienes pueden vivir de las artes y de la cultura son privilegiados, sobre todo mantenerse por años en el campo como lo acepta Álvaro, músico de varios proyectos musicales: «poder vivir de la música, del arte y de la cultura es un privilegio. Durante 15 años me mantuve, me sostuve, crecí, ayudé a crecer, pero en este momento sí siento un abandono estatal. De alguna manera, tenemos que salvaguardar la cultura porque uno ve los ejemplos en Europa y en otros países y uno dice, definitivamente acá la cultura no se apoya como en otros lugares y no se le da la importancia que merece».
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