Rock al Parque 2018 y una lección final acerca de la amistad

Crónica de la tercera jornada

Crónica: Álvaro Castellanos.

Muy parecido a Steven Seagal en su versión dosmilera, con una barba tipo candado y el cuello más ancho que la cabeza, el enorme Fletcher Dragge se disculpa. «Sorry, the guitar is broken. Un momento, por favor». Medio ‘Fight till you die ‘, primera canción del show final de Rock al Parque 2018, suena sin guitarra y retumba con precario retorno en los bafles del Simón Bolívar. Entonces Jim Lindberg, líder de la banda, saluda de nuevo. «We have a technical malfunction». Pennywise no parece ser muy conversador al margen del «Make some fucking noise» y las arengas típicas de un acto en vivo.

El silencio de unos segundos hace mucho ruido y se multiplica. Pero arreglado el problema, el setlist le sabe bien al porcentaje bajo de asistentes que conocen y entienden al cuartero de Hermosa Beach, California, que fue mandado al frente para cerrar Rock al Parque 2018. Los cóvers de The Ramones, Bad Religion y Beastie Boys en la mitad del show, la versión del inmortal Stand by me, tantas veces convertido en himno punk rock, y el emocional Bro Hymn final empujaron hacia arriba el ánimo general en la clausura de la edición 24 de un Rock al Parque con nuevas apuestas y que, parece, traza un punto de giro con respecto a las fórmulas exitosas de los últimos tiempos.

Por decisión, o por resignación, 2018 no tiene una banda de cierre taquillera, un acto masivo que llene del todo el Escenario Plaza. Fito – Calamaro – Chocquibtown – Charly – Illya Kuriaki – Soulfly – Café Tacvba – Suicidal Tendencies – Draco Rosa. La línea del tiempo entre 2009 y 2017 marca una tendencia. Bandas grandes metaleras o grandes de rock latinoamericano. La última clausura alternativa de Rock al Parque nos devuelve 10 años, cuando Bloc Party cerró bajo un diluvio criminal.

Por eso inquieta que Pennywise baje el telón en 2018. O no se pudo concretar una banda masiva por cruce de fechas, o falta de presupuesto; o se está intentando revaluar esta fatigada ecuación que ha marcado el ritmo en la programación de la última década. Todos los colegas y amigos que conversan con el cronista sobre el cartel de 2018, coinciden que la banda de Jim Lindberg se ajusta más a la horma de la segunda tarima o al cierre del domingo. Sin embargo, termina cerrando la edición.

Más allá del fastidio de Jim y Fletcher hacia la montonera de personas que atestan la zona VIP, fusionada con la zona de prensa, pues alejan a la banda del verdadero fanático que lleva horas apretado adelante para verlos lo más cerca posible, hay algo que pasará desapercibido y que ninguna crónica sobre Rock al Parque reflejará en días siguientes. Y por encima de las torpes menciones de los presentadores de Canal Capital, que se atreven a adjetivar varias veces a Pennywise como una «banda guitarrera» (por el alma de Lemmy Kilmister, Chris Cornell, Scott Weiland y Elkin Ramírez, ¿qué putas es una banda guitarrera?), un mensaje encriptado pasa de agache.

Una consigna acerca de cómo la amistad se convierte en hermandad.

Casi al terminar la presentación, Jim Lindberg recuerda a John Alexander Morales: un joven que tocaba la batería en escenas locales y que murió en Bogotá en 2017. El líder de Pennywise dedica a Morales Bro Hymn por petición de su entorno a la banda. Este himno del punk rock con el que Pennywise acaba casi todos sus conciertos fue lanzado en 1989 y relanzado en 1997 como tributo a Jason Matthew Thirsk, fundador de la banda, que se suicidó un año antes. Los mejores hermanos son los amigos y esta lección busca invocarla el grupo californiano, que entre noviembre y diciembre terminará de recorrer Suramérica con motivo de su más reciente disco, Never gonna die.

Justamente, ni la memoria de Jason ni John Alexander morirá en el recuerdo de sus amigos y como parte de este tributo póstumo duplicado, Justin, hermano de Thirsk, e integrante de la banda 98 Mute, aparece fugazmente en la tarima del Escenario Plaza para reformular la línea final de Bro Hymn.

«While you were here, the fun was never ending

Laugh a minute, was only the beginning

Jason, hey, this one’s for you

Ooooh, oh, oh, oh

Ooooh, oh, oh, oh, oh (x2) »

Sin que éste pretenda ser un mensaje motivado por esa canción horrible de Enanitos Verdes, qué más ha sido Rock al Parque durante 24 años, si no un manifiesto sobre la amistad. Llamémoslo «parche», unidad, compañerismo, amistad, hermandad. Alegrías conjuntas en torno a la música. Nos pasan los años viendo ediciones que nos gustan más o nos gustan menos, pero siempre nos dejan notables recuerdos en que los amigos retumban por encima del paso del tiempo y de la banda desconocida que nos sonó mal. Cuando nos pararon del pogo; cuando nos ayudaron con la vaca para el chorro; cuando nos acompañaron por horas para ver alguna banda que ellos no querían ver, pero uno sí; cuando hicieron lo imposible para encontrarnos en medio de épicas chichoneras que joden la señal del celular. Amistad.

«Cerveza, ron y una buena canción a mis amigos en esta mesa», canta La Mojiganga de Medellín tres actos antes de Pennywise, cuando comienza a ponerse de noche en un lunes festivo más que da por terminado Rock al Parque, y en el comienzo de la cuenta regresiva hacia una edición de 25 años que promete mucho para 2019. Luego, también en el Escenario Plaza, Tokio Ska Paradise Orchestra y Skampida conducen muy bien la continuidad musical camino a Pennywise. Con 17 canciones; varios problemas de sonido; temazos como Same all Story, Alien y Fuck Authority; la indiferencia de miles de asistentes que no los conocen; y un manifiesto enorme sobre la amistad, dieron el golpe de gracia final en esta entrega de 2018.

Por decenas más de ediciones de Rock al Parque acerca de la amistad, sigamos todos resistiendo a puro Rock ‘N Roll.

Salud.

Fotos: David Micolta. (Pennywise, Skampida, Kadavar y público).

Otras fotos: Idartes

Mira también:

Rock al Parque 2018: el metal nunca pierde.

Rock al Parque 2018: un dpia de buenas y malas noticias.

Diccionario del rock, según un académico y Byron de 4 Extraños en DC.