Rock al Parque 2018: el Metal nunca pierde

Crónica de la primera jornada

Crónica: Álvaro Castellanos.

El metalero, desgonzado, casi moribundo, es subido inconsciente a una camilla en el costado oriental del Escenario Plaza, el más grande de Rock al Parque. El bajo y los bombos de la batería de Dark Funeral totean contra el suelo del Simón Bolívar y retuercen los oídos de los asistentes cercanos a la tarima principal. Por encima, unas 70.000 personas presencian este acto, mientras el cronista busca entender, como todos los años, de dónde salen tantos metaleros en Bogotá, porque nunca se ven y de repente aparecen decenas de miles, todos extasiados por el black metal teatral de esta banda surgida en Estocolmo hace 25 años.

Depende de cómo se le mire, Andreas Vingbäck, vocal de Dark Funeral, puede ser un entregado hijo de Satán, o un personaje ultra-maquillado, de blanco en la cara y negro alrededor de los ojos que, según alguien en la zona de prensa, tiene un aire a un oso panda.

La congregación postrada en frente del escenario no es ajena a la historia de Rock al Parque, cuyo género más representativo siempre ha sido el metal. Veinticuatro años después de que Julio Correal, Mario Duarte y otros gestores de vieja guardia le dieran vida el festival gratuito más grande del continente, el metal sigue ahí, firme en su primera jornada y subsidiando la aparición de otros sonidos estelares que con el tiempo también se ganaron su lugar en los carteles de todos los años.

Más temprano, el death metal melódico de Dark Tranquility terminaba de colmar el Escenario Plaza, que se comenzó a llenar disciplinadamente desde las cinco de la tarde, cuando Masacre celebró 30 años de carrera, mientras en los confines del público se distinguían al menos una decena de banderas de Colombia con el clásico logo de la banda de Álex Oquendo en el centro.

El primer día de Rock al Parque 2018 deja la impresión de que se trata de un año austero, de transición, justo antes de que el festival cumpla 25 años en 2019, para cuando se espera una edición inolvidable.

Según cifras oficiales, este año hay una inversión de 5.000 millones de pesos. Esto quiere decir que el presupuesto del Distrito para contar con 55 bandas en 2018 es el mismo que invierte Estéreo Picnic en un solo headliner. En un solo artista principal de su cartel. Año tras año, ésa parece ser la tendencia de Rock al Parque: hacer mucho con muy poco; sólo que en esta edición la austeridad parece notarse más.

Pasadas las 7pm, los escenarios Lago y Eco comienzan a apagar sus luces. Muy temprano, en comparación con la tendencia de todas las ediciones. Tal vez esto propicia que el Escenario Plaza esté lleno a casi tres horas del cierre del día. Implosion Brain, merecido ganador de la convocatoria distrital, funciona como un gran conductor de ánimos entre Masacre y Dark Tranquility. El sábado, sólo siete bandas se presentan en las otras dos tarimas. Desde el eclecticismo de Vobiscum Lucifer (de Pasto), hasta el death metal progresivo de Cattle Decapitation (de San Diego, EE.UU.), el género más fiel de Rock al Parque cumple como siempre con su alta cuota de oscuridad liberadora.

Mientras Dark Funeral cierra el primer día de Rock al Parque, los camilleros llevan afuera del público al metalero agonizante. Angustiados, piden permiso alumbrando su paso con una linterna. El ademán de uno de ellos de llevarse las manos a la cabeza permite anticipar lo peor. Y mientras los camilleros corren, entra en escena un paramédico, que atina a ponerle y ajustarle al moribundo una máscara de oxígeno alrededor de su cara.

Justo antes de ocultarse detrás del escenario, seguramente camino a una ambulancia, el metalero vuelve del más allá. Sacude el cuerpo, trata de zafarse de las correas que le pusieron para sujetarlo a la camilla y dispara un grito de «gonorrea hijueputa», que pasa incluso sobre la estridencia del show de cierre del sábado, que le recuerda al cronista y a quienes alejaron por unos segundos su atención de Dark Funeral que el Metal nunca pierde.

Fotos: David Micolta.

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