Por: Álvaro Castellanos | @alvaro_caste – Periodista, editor web y creador literario
El grupo franco-colombo-chileno saca de su sombrero un trabajo elegante y muy bien logrado, que conjura una praxis artística rebosante de magia y viajes cósmicos.
Burning Caravan es una banda que suena a muchos ritmos confluidos y esa apropiación tan estratégica hace que suene a sí misma. Su música es una fuente gigantesca de influencias, géneros, colores y ejecuciones, que construyen una colosal catedral sonora. Son como un grupo de magos que logran sacar de la estrechez de sus sombreros universos completos, adornados de belleza musical. Arropados por un caudal enorme de brillos multi-instrumentales, el grupo franco-colombo-chileno nos presenta Más allá del mundo, cuarto trabajo de su discografía. Un álbum para perderse en sus recovecos estelares, un juego muy serio de fantasía, con ocho canciones individuales, heterogéneas, que pueden escucharse por separado, pero también de manera episódica para conformar una unidad apoyada en sonidos gypsies, que van del rock, al ska, al jazz, al bolero y a la llamada chacarera, propia del folclore del interior de Argentina.
Así es ‘Más allá del mundo’, el nuevo disco de Burning Caravan.
El arte de la cubierta del álbum es una ilustración con un espiral metálico, una estructura con mecanismos en forma de caracol. Una máquina, tal vez una nave, tal vez un tótem, que reposa sobre un planeta de superficie árida, rojiza, sin recursos naturales, que podría ser Marte. Así se irá induciendo este recorrido interestelar, protagonizado por viajeros y deidades, que piensan el cosmos y se movilizan a través de su inmensidad, reflexionando sobre la condición humana y narrando historias fantásticas.
La primera canción de Más allá del mundo cumple con la promesa del nombre del disco y se llama The King of the Moon. Las cuerdas finas del arranque, que podrían ambientar una película de Guillermo del Toro, van armando una atmósfera especial, circense: motivaciones que ha recogido la música de Burning Caravan durante una década. La voz teatral del rey de la luna, profunda y en francés, salta al inglés y luego al alemán. Folk, cambios de escalas en la voz, intervenciones corales, acordeones y saxofón van reclamando protagonismo, mientras sobresale la interpretación en italiano del último acto, con un cierre divertido en un lenguaje igualmente confuso: el chileno.
La traducción del sencillo va más o menos así. En francés: ¿Quiénes son estos convidados de piedra? Quién anima los cráteres locos. ¿Fumando en mi volcán? En inglés: Soy el rey de la luna. Y este es mi dominio. El reino de la frialdad. De la eterna noche de luz de luna. Y el polvo de la luna nos cubre. Vivo en los valles de sal. En la sombra proyectada del Sol. Y están sentados tan cómodamente. Con vuestras posaderas tristes. En mi volcán. En alemán: Si me ven pasar se lo recomiendo a todos: levántense ahora mismo (x 6). Si no quieren verlo ahora. Su corazón se está enfriando (x 6)». En italiano: Entonces, háganme un favor: ¿pueden levantar cómodamente sus traseros tristes? ¿De mi volcán? (¡No!). Háganme un favor (¡Que no!) ¿Pueden retirar cómodamente sus traseros tristes? ¿De mi volcán? En chileno: Oye, pero si eres el rey de la luna, ¿dónde está tu corona? ¡Ah! ¿Ustedes hablan español? Me hubieran dicho antes. No habría cantado esta webada en cuatro idiomas. ¡Po!
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La segunda pista se titula Con quién hablo cuando me hablo. Una canción que viene acompañada por un videoclip, donde se ve a la banda recorriendo diferentes paisajes naturales. Es un monólogo existencial, un diálogo interno, decorado por su solemnidad instrumental. La voz narradora se pasea por el universo, se desdobla y se cuestiona sobre todas las identidades que habitan en su consciencia. Traza un hilo conductor cósmico con la primera canción del álbum, pero empleando un tono más personal. «¿Con quién hablo, cuando me hablo? ¿Quién le responde a mí mismo? ¿Con quién hablo, si hablo conmigo? ¿Quién responde? ¿Quién responde? Al otro lado del frío». En esta canción, la voz lanza una letanía fantástica que se repetirá siete veces. «Tengo la cabeza, llena de polvo de estrellas». El personaje viaja por la inmensidad del universo y regresa a lo más profundo de su interior para configurarlo eterno y omnipotente, pero también aturdido. «Ya fui lo más lejos que pude del Sol. Ya conocí todo lo que yo no soy».
Respuestas perdidas es el tercer track del disco y también tiene un videoclip, con la banda tocando la canción en vivo. Retoma la temática general del viajero interestelar. Como un cometa, como un astro errante que se desplaza aquí y allá, dejando un rastro de reflexiones autocríticas, mediante un spoken word melódico. «Si todos los hombres miraran detrás, de todos los siglos del conocimiento. Si todos los hombres buscaran hallar, respuestas perdidas más allá del mundo». El sencillo plantea una paradoja temporal y designa al personaje como un astro autónomo. «El tiempo no existe, espacio total. La luz que yo traigo, no tiene final». En el cierre de la canción, aparecen pausas acentuadas por el sonido de una caja de música.
El cuarto tema de este viaje recibe el nombre de Lockdownska. Un juego de palabras en inglés entre el confinamiento y el género del ska. Es un tema gitano, balcánico, vital y también apocalíptico y dominado por la melodía de los vientos. Traducido al español, dice: «Estoy viviendo en mentiras. El mundo entero, cuelga entre mentiras. Me estoy incendiando. El mundo completo se incendia, se incendia». Como si se tratara del Dr Manhattan, protagonista de la novela gráfica Watchmen, el personaje se hastía de la especie humana y advierte nuestra extinción. «Un agujero negro vendrá a consumirnos a todos. Oh oh oh, el agujero negro viene esta noche. No hay lugar donde podamos escondernos. Oh oh oh oh, el mundo entero se incendia, se incendia».
Hay un pedazo de luna es la quinta canción. Un bolero, también podría ser un tango, íntimo, que comunica nostalgias. Lleva construcciones de imágenes poéticas, con punteos de guitarra acentuados, voces profundas y apoyos corales. «Hay un pedazo de luna, que yo miré desde lejos. Se deshizo en el reflejo y se anidó en el corazón». La luna es testigo de la melancolía, y el objeto de inspiración del personaje para recordar a un amor distante.
La música de salón, al estilo New Orleans, afrancesada, alegre, levanta con sus brillos la escaleta musical del disco e introduce a la sexta canción: Más allá de la trampa. El acordeón, el piano y las flautas se fusionan y se imponen. «Sigue sin caer en la trampa. Vive más allá de tus ansias. Libre a través de la jaula. Siente el vértigo que te abraza». Se trata de una composición que abraza las ansias de libertad y es la única del disco que no evidencia líricas cósmicas.
Gravedad Adversa, séptima canción del álbum, avanza entre el piano, el banjo y el saxofón. Mucho jazz y una letra mágica vuelven a sacarnos del mundo y a trasladarnos a un ambiente onírico, de magia y posibilidades ilimitadas. Al comienzo, se oye una conversación. Un joven advierte con tono teatral: «¡Veo una roca que viene hacia nosotros!» y una chica le responde: «¡No! Somos nosotros los que vamos hacia la roca». Se oyen gritos y se cuenta una historia que insinúa un viaje espacial en clave de juego. «La magia sólo funciona. Si ves el futuro en tus ojos. Y armonizas con tus compañeros de vuelo. Anda acompañado de tu fantasía. Que la imaginación es infinita. No hay límites dentro de la razón».
El octavo y último corte de Más allá del mundo se llama La Máquina. Podría relacionarse con el arte de la portada del disco, o no. Lleva una voz recitada, como un dictado del manual didáctico sobre el artefacto que, adelantado en el tiempo, imaginó Leonardo Da Vinci hace siglos, anticipándose a la invención de los aviones. La canción es una oda a la imaginación, con el estilo del programa infantil chileno 31 Minutos. «Con la fuerza electromagnética viajamos sin parar, con la música frenética. Fue Da Vinci quien la diseñó. Fue Da Vinci, que la puso en planos». La máquina hace tributo a la creación del artista italiano. Y como si fuera una ficción al estilo steam-punk, habla de esta máquina como un objeto rústico y de antaño, pero con el que podremos escapar del mundo hasta los confines del espacio exterior.
Siendo desafiante poner en palabras lo que la música de Burning Caravan comunica, podríamos decir que, más allá de su complejidad, se trata de un disco amable, que se deja escuchar. Comunica cierta placidez, sencillez, pero también la idea de que la música más disfrutable y fácil de escuchar es al mismo tiempo la más difícil de ensamblar. En efecto, Más allá del mundo parece un disco proveniente de otro planeta y ejecutado con genialidad por esta caravana en llamas, de la que esperamos que jamás sofoque el fuego de su creación artística.
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