Por: Álvaro Castellanos | @alvaro_caste – Periodista, editor web y creador literario
La agrupación ecuatoriana presenta un sencillo pop rock muy personal, que habla de los apegos nocivos del amor romántico.
En el proceso personal, permanente y cíclico de nuestras vidas, el mayor antagonista para reconstruirse, cuando las rupturas se producen, puede ser uno mismo. Conscientes de estos apegos, autoinfligidos, pero inherentes a nuestra condición humana, la banda Gemelo Polar lanza una canción llamada Sabés, que interioriza sobre el cisma generado por nuestros propios fantasmas emocionales.
Gemelo Polar presenta ‘Sabés’, una canción para reflexionar y hacer catarsis.
Las cuerdas gruesas de la guitarra y la profunda voz femenina de la cantautora Fiorella Minotta nos presentan un sencillo introspectivo y meticulosamente melódico, con sutiles teclados y arreglos electrónicos, que corren en un segundo plano y embellecen el ritmo. Elementos del grunge y el rock indie nos sumergen en una declaración musical, que nos ubica en el centro del aturdimiento de nuestros nudos sentimentales.
«Duermo a tu lado y me siento más segura aquí, me cobijan tus rechazos que, a veces, puedo sentir. El aroma de tu cuerpo me recuerda que ahora estoy aquí. Sabés, sabés».
Si en la vida es común que nos entreguemos a apegos triviales y materiales, cómo no vamos a hacer lo mismo con la gente. Y, en situaciones así, nos vemos vencidos por el corazón en el pulso constante que sostiene con la razón. Las costumbres nocivas de un amor recibido a cuentagotas es el mensaje inicial que pone en marcha Sabés. En un llamado en segunda persona, la canción despliega reproches, culpas y cierto tono de autocrítica.
«Mirando a tus ojos, me doy cuenta que puedes mentir. Frecuentas de palabras lo que dices, no podés sentir. La culpa me consume, aunque nunca estuviste aquí. Sabés, sabés».
La voz, profunda y controlada, recuerda la potencia de intérpretes de los años noventa como Fiona Apple, y construye una atmósfera que desprende desamor y alejamiento, consecuencia de los lados oscuros revelados por las distorsiones del amor romántico.
«Si te vas, te vas, llévame a intentar. No me digas más si te vas, te vas. Sabés uh, sabés x 2».
El coro de Sabés teje un doble sentido en su intención, que bien podría ser casual, pero también premeditado. Primero, la voz narradora propone el ultimátum a la otra persona de que, si se va, después no podrá dar marcha atrás en su decisión. Pero luego revela el deseo de desarraigo, o probablemente el de irse detrás del otro, como un alma en pena aferrada a quien ya cerró la puerta desde afuera. El coro, orientado por el virtuosismo del bajo, supone el momento más elegante de la canción.
Un juego de teclados abre camino a la aparición de la tercera estrofa de Sabés. El temor a lo desconocido, a ese sendero oscuro que es obligatorio trasegar antes de encontrar la luz, impacta en la estrofa, que habla de la negación, de la cercanía y la lejanía. De encarar los sentimientos encontrados de tener a la otra persona en frente nuestro, como en una puesta en escena, mientras que al mismo tiempo está en otro lugar.
«Duermo a tu lado, aunque a veces te pueda mentir. Me sofocan tus rechazos y no quiero dejar de fingir. Lo que siento de tu cuerpo son mis ganas de querer salir de mí, de mí».
Antes de que la canción termine, el coro vuelve a retumbar con el verso «Sabés uh, sabés», multiplicado por cuatro. Una súplica definitiva, donde la voz da a entender que el final es irreconciliable y a la vez pide una reversa, un Deus Ex Machina salvador que, como en las tragedias griegas, se aparezca de la nada para recuperarlo todo.
«Si te vas, te vas. Llévame a intentar, no me digas más si te vas, te vas. Sabés uh, sabés x 2
Sabés uh, sabés x 2».
El videoclip de Sabés nos revela la intención de incluir una perspectiva de género a la canción, al aterrizar la relación perturbadora en una pareja de mujeres, a quienes llamaremos chica A y chica B.
La toxicidad patriarcal, no exclusiva de los heterosexuales, se va mostrando cuando la chica A acaricia dormida y cálida a la chica B, pero la chica B responde dándole la espalda. En un plano cenital, donde las vemos acostadas en la misma cama, aparece una caja llena de objetos personales, señal de que viven juntas y una de ellas se alista para irse.
Con un filtro azulado y frío que rige sobre casi todo el video, la chica A le devuelve el rechazo a la chica B y sale a la calle. Frente a un refrigerador de supermercado, un hombre hace contacto físico con la chica A y ella, por un segundo, siente que se trata de la chica B, pues cree ver en él un tatuaje rojo circular que la chica B tiene en su mano. La chica A camina atormentada hacia una lavandería, donde vuelve a sentir en su cuerpo la mano tatuada de la chica B. Y la chica A se impacienta en una suerte de historia gótica, que la conduce de vuelta a su apartamento en medio de una imagen nublada y teñida de rojo, en la que se descubre a sí misma, acostada en su cama, como al comienzo del video.
Sabés propone una confluencia de géneros inteligente que apropia las distintas influencias musicales de Gemelo Polar, completando una singularidad muy disfrutable en su propuesta. Una canción cuyos conflictos son fácilmente asociables a los desamores que todos hemos tenido que afrontar y que invita a una catarsis incómoda, pero necesaria, para levantar la cabeza y poner la vista y el corazón en nuevos comienzos.
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