Por: Álvaro Castellanos – Periodista
Colaborador Colectivo Sonoro
A mediados de los 90’s, el rock alternativo en EE.UU. comenzaba a quedar huérfano luego de que el grunge entrara en una etapa agonizante protagonizada, entre otras razones, por la muerte de Kurt Cobain y la correspondiente disolución de Nirvana. En esta coyuntura, California gestaba una creciente ola de nuevas bandas punk rock que, insospechadamente, alcanzaron altos niveles de exposición como los charts de Billboard o las franjas estelares de MTV. Luego de que Green Day y The Offspring llegaran a la cima en 1994 con sus discazos ‘Dookie’ y ‘Smash’, Rancid iba a emularlos un año después con 19 tracks a pura genialidad enmarcados en su extraordinario e inolvidable álbum ‘…And out come the wolves’.
En 1995 Rancid no era propiamente una banda nueva. Surgidos en Berkeley, una ciudad pequeña contigua a Oakland y que bordea la bahía de San Francisco, se formaron en 1991 y entre el 93 y el 94 ya habían lanzado sus dos primeros discos de estudio. Pero desde finales de los 80’s, sus fundadores Tim Armstrong y Matt Freeman ya sonaban fuerte con Operation Ivy, una banda de corta duración, pero que escribió una rica historia al convertirse en precursora mundial del ska punk. El álbum fundacional de Rancid, que llevaba el mismo nombre de la banda, y su siguiente disco, el visceral ‘Let’s go’, los posicionó como una banda virtuosa y de marcada actitud punk en sus letras, pero también arriesgada musicalmente hablando al integrar sonidos que iban del psychobilly al ska, pasando por el reggae y acompañados por la particular voz carrasposa y cuasi-británica de Armstrong, la cual ya venía siendo socializada desde los tiempos de Operation Ivy.
La presencia de Brett Reed en la batería y de Lars Fredericksen, el otro frontman de la banda junto a Tim, completó la alineación estelar de Rancid, que se mantuvo inalterable hasta 2006, cuando fue incorporado el baterista Branden Steineckert (fundador de la banda post hardcore The Used).
Canciones como ‘Radio’, en cuya composición participó Billie-Joe (vocal de Green Day) llevaron al ‘Let’s Go’ a ser considerado como un brillante disco que marcó el camino para el histórico ‘…And out come the wolves’. A diferencia de los demás grupos que por ese tiempo hacían ruido dentro del punk rock de California, Rancid se caracterizaba por ofrecer un sonido más orgánico y callejero, pero también pegajoso, lo cual les iba a dar el potencial de brillar en las subculturas y también en entornos musicales de difusión mainstream.
Luego de rechazar a otras disqueras de máximo alcance (como lo hicieron con Maverick Records, de propiedad de Madonna), la aparición en agosto de 1995 del ‘…And out come the wolves’ se hizo realidad bajo el sello independiente Epitaph Records, que los había prensado desde sus inicios. Esto no iba a ser impedimento para que el disco, efectivamente, se convirtiera en un absoluto éxito comercial al mezclar ideas punk con elementos sonoros pop, legitimados por la ya mencionada suma de influencias coherentes a la propuesta musical y discursiva de la banda. La portada del disco rendía homenaje a la tapa de la primera grabación de Minor Threat: una recordada banda hardcore de Washington cuyo sonido influenció fuertemente a Rancid en sus comienzos. La grandilocuente imagen en blanco y negro de Lars Frederiksen sentado en unas escaleras con cresta, tatuajes y Dr Martens a la vista, terminó convirtiéndose en una de las representaciones gráficas más descriptivas que conozcamos del punk.
Fueron tres las canciones del ‘…And out come the wolves’ que conquistaron la cima mediática del rock mundial. ‘Time Bomb’, ‘Ruby Soho’ y ‘Roots Radicals’ impulsaron la música de Rancid al tope de la popularidad universal con un discurso, paradójicamente, anti sistema, anti consumo, nihilista, reivindicador de la clase trabajadora, underground y tan punk como el que llevó a la fama en los 70’s a Sex Pistols y The Clash cuando el género surgía. En los conteos de popularidad de 1995 de la revista Billboard en EE.UU., este disco alcanzaría un inédito puesto 45.
El bestial solo de bajo de Matt Freeman en ‘Maxwell Murder’; los coros poderosos de fondo en ‘The 11th hour’; el homenaje a la leyenda del reggae Jimmy Cliff en ‘Roots Radicals’; la dedicatoria amorosa, pero muy punk de ‘The way I feel’; los inolvidables coros «Black coat, white shoes, black hat, Cadillac” y “Destination unknown, Ruby-Ruby-Ruby-Ruby Soho” de las geniales aunque sobreexpuestas ‘Time Bomb’ y ‘Ruby Soho’. El ‘…And out come the wolves’ no tiene canción mala. Es ese tipo de disco perfecto que no puede dejar de oírse hasta que termina. En total, son 49 minutos y 45 segundos de pura genialidad. De ahí en adelante, todos los discos de Rancid se han caracterizado por tener un color propio. Su sucesor, el ‘Life won’t wait ‘de 1998, cuenta con una marcada influencia reggae. Y el siguiente, el ‘Rancid Rancid’ del 2000, es más oscuro, más thrash. Pero de algún modo, el ‘…And out come the wolves’ reúne todo el nutrido arco musical que cubre a la banda de Berkeley.
Considerado como uno de los mejores discos de punk en la historia por publicaciones especializadas, el tercer álbum de Rancid junta todo tipo de reseñas favorables. «Lideraron el renacimiento del género y fueron felizmente acogidos por la radio», recuerda Loudwire. “De ‘Maxwell Murder’ a ‘The way I feel’”, cada nota es perfecta”, añade LA Weekly. “De sus semillas ska-core de Operation Ivy hasta su presente éxito comercial, Rancid se mantiene fiel a su raíz rude-boy evitando un sello disquero mayor que les impida gestar nuevas joyas punk”, complementaba Rolling Stone en una nota hecha a Lars en 1998.
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