Tenía 12 o 13 años cuando la maestra nos organizó una presentación escolar que estaba acompañada por una de tus canciones. Un acto que en realidad era solo eso: la elección de una de tus creaciones… más unas banderas, más unos pubertos caripintados y nada más. Nada del otro mundo, salvo por la letra que lo acompañaba.
Eran tiempos de violencia, de miedo, de sentir que, aunque Armenia era un territorio seguro no podíamos ser indiferentes ante lo que estaba pasando en otras partes del país y nosotros salíamos a exhibir nuestra inocencia cantando: «No a la guerra de la raza, somos hermanos bajen las armas; queremos paz, queremos más, queremos más que un río de sangre en tu piel». No solo se trataba de una melodía poderosa, sino de una que pertenecía a un álbum que había colocado a sonar innumerables veces en mi casa, a todo volumen. Allí también estaba otra de las composiciones más bellas que has hecho en toda tu puta vida: ‘La tierra’. Uno de los mayores éxitos de la parte inicial de tu carrera, que bien podría funcionar hoy como canción feminista, recordándonos que toda vida existe gracias a una mujer: a ella. ¡Cómo será de sublime esa canción que hasta el gran Herbie Hancock te ha acompañado a cantarla!
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Pero supongo que mucho antes de eso, aunque no lo recuerdo con exactitud, las primeras canciones que te escuché fueron ‘De madrugada’, ‘Sin rencores’ y ‘Una flor en el desierto’. Por vía radial, inicialmente sin saber quién las cantaba o los títulos reales de las mismas (confieso que en mi casa debe existir algún cassette marcado sugiriendo contener una canción de Ekhymosis llamada ‘Por mi parte cambiaré’). Y ahora, que repaso estas canciones, pensando en algo no tan ridículo para escribir; se me ocurre también el agradecerte por haber sido uno de esos artistas –regalo que también podría agradecerle a Los Fabulosos Cadillacs, Aterciopelados o Maná– que despertó mi sensibilidad musical y que me enseñó lo poderosa que podía ser una buena letra. También ahora, por primera vez me doy en cuenta en lo parecidas que son ‘Amor bilingüe’, que arrancaba con una imponente guitarra acústica que sonaba como si estuvieran decantando el sonido de Days Of The New (banda de la época); y la que en su momento fue una de mis canciones favoritas del mundo mundial ‘Breakdown’ de Tantric.
Es cierto que mi corazón alternativo ha preferido esta etapa de tu repertorio, pero también que he escuchado todos tus discos como solista y comprado varios de ellos. Atesoro entre mi colección tu MTV Unplugged, una selección inconseguible de ‘rarezas’ solo apta para prensa que tiene tu cover de ‘Rebelión’ de Joe Arroyo y el remix que hace años te hizo Sonidero Nacional; y también dos versiones de mi álbum favorito, ese que titulaste P.A.R.C.E.. Un disco que me fascina por genuino, porque quizás sea el que funcione mejor como testimonio de que en estudio hacés lo que se te da la gana. Anoche una amiga decía “yo quería la del Yerbatero”; y pues sí, hizo falta algo de este disco, que quizás sea tu compacto más rock. Y no precisamente porque lo haya producido un tipo que en su momento echó mano al trabajo de Paul McCartney, The Animals, Jeff Beck o U2.
Pero desde luego, en Rock Al Parque nos dejaste claro que de eso no se trataba. Vos no te subiste a la tarima a tocar canciones que hicieran sentir al público que podías estar ahí, sino que de la forma más humilde y sincera que pudiste, lo que hiciste fue dejar claro que ese lugar te pertenecía. Ni siquiera por trayectoria, por impacto mundial, por haber tocado con íconos como The Rolling Stones, Santana, Tom Morello, entre otros más. Sino porque hace veinte años hiciste de la diversidad, que el festival también encarna, tu propia bandera. Que vos subieras a la tarima, en un momento en que las redes sociales globales nos polarizan –y no la política nacional, como quieren hacernos creer los oportunistas–, retumbó más fuerte que si le hubieras dicho explícitamente a los puristas del rock, que en un momento en que están masacrando a los que piensan diferente el rock no puede darse el lujo de ser fascista. Que cerraras tocando y cantando un clásico del primer álbum de Metallica fue tu forma de gritarles que el rock va más allá de una guitarra eléctrica. Irónicamente, demostrando que dioses del rock como Lemmy, Lou Reed o el bajista Cliff Burton te cuidan cada vez que te colgás una.
Luego de tu presentación me quedo con las ganas de preguntarte cómo podrías amalgamar tus dos personalidades en tarima. O más bien, si podrías amalgamarlas en una forma en que ocasionalmente podamos escuchar no solo las canciones de Ekhymosis que interpretaste, sino también algunas otras que parecen hacer quedado en el olvido. Después de todo, ¿si podés tocar ‘Hotel California’ con Steve Vai, podría haber lugarcito para un “Los traidores”? ¿O al menos un ‘Raza’, que habría sonado insuperable anoche cuando denunciaste el asesinato de María del Pilar Hurtado? Me quedo con las ganas de saber si de haber podido viajar al evento podría haberte robado cinco minutos en la sala de prensa para preguntártelo y para contarte que ando en una disyuntiva similar, queriendo utilizar el pop como vehículo político y encontrándome con dificultades muy parecidas a las que seguramente vos tuviste a la hora de promocionar tu álbum debut. Quizá haberte pedido consejos para no pegarme un tiro en el centro de las bolas.
Porque en mi vida te he buscado varias veces, con diferentes motivos. Primero con la intención de entrevistarte para mi libro ‘Rock Colombiano’, luego gracias a nuestra amiga en común Elsa Riveros de Pasaporte –cuando intenté hacerte llegar una copia, que nunca supe si llegó a buen puerto– y posteriormente escribiendo, llamando insistentemente a ese celular con número terminado en 78 donde suele atender tu mánager Rebeca; buscando así hacerles unas preguntas a ambos para un libro que escribí sobre reggaetón.
Por cierto, reggaetón, ese género “maldito” que abrazas, pero con el que nunca te casas; ese que los puristas del rock odian tanto que no logran identificar ¿Es ‘Fuego’ una canción de reggaetón? ¿Es ‘Pa’ dentro’ –que parece haber sido hecha para un ‘feat’ con Bomba Estéreo o con la propia Jain– un reggaetón? ¿Es Lalo Ebratt, invitado en uno de tus últimos sencillos, un artista de reggaetón? En lo personal amaría verte haciendo una canción con J. Balvin; pero el que no lo hayas hecho aún, también habla de cómo en tiempos en que la música urbana arrasó con todo, los ingeniosos siempre encontraran formas de no aplicar la fórmula más obvia.
Pienso en Carlos Vives haciendo reggaetón y a la vez un vallenato de El Gran Martín Elías o cantando con David Lebón o Los Auténticos Decadentes; pienso en vos quizás haciendo una canción con tu parcero Dilson de La Peste o grabando junto a Fito Páez aquella poderosísima versión de ‘Ciudad de pobres corazones’ que nos regalaron. Entonces, miro una vez más los videos de tu presentación y no se me ocurre otra cosa que agradecerte. No solo por haber sido mi puerta al rock y mi recordatorio constante de que el rock es más esencia que apariencia y que el pop puede tener una propuesta social sólida (más allá de que la quiera promocionar por la vía de la transgresión o no); sino que en momentos en que necesitamos una sana distinción política –es decir, no se puede estar a la vez a favor y en contra del asesinato de líderes sociales o del derecho a la educación– no hay nada más idiota que polarizarnos por nuestras creencias musicales.
Antes de finalizar me tomo el atrevimiento de contarte que Gabo es mi escritor favorito, y no por sus fantásticos textos, sino por algo que también podría admirarte a vos: Que fue un tipo dedicado a la paz sin ningún tipo de banderas. De la misma forma en que vos fuiste a tocar a la frontera de Venezuela, no por apoyar a un gobierno extranjero, sino por ser coherente con tu postura de vida; Gabo fue amigo de personajes tan disímiles como Bill Clinton y Fidel Castro para lograr el intercambio de presos políticos.
Así que muchas gracias por ser vos: el que habla fuerte, claro… y en español papá!!!
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