Por: Álvaro Castellanos | @alvaro_caste – Periodista, editor web y creador literario
Con un disco llamado ‘La Estampida’, el artista venezolano Douglas Josué exterioriza en su música los dramas de quien debe comenzar de ceros en otro país.
Existe una idea progresista que señala a los países como ficciones. Territorios con fronteras impuestas, delimitadas por injusticias e intereses de unos pocos poderosos. Una arbitrariedad geopolítica que hoy tiene a millones de venezolanos escapando de su país por culpa de la megalomanía de un régimen político. Es el caso del cantautor Douglas Josué que, radicado en Ecuador, orienta su story-telling musical al desarraigo de la migración. El rock en español es la llama que resplandece sobre su música.
Con su álbum La Estampida, Douglas Josué parece ratificar la hipótesis de que la tristeza, en términos artísticos, inspira más que la felicidad. El arte del disco muestra una imagen en blanco y negro con media cara traslúcida del cantautor, donde se deja ver un fondo natural con ramas secas de un árbol y una bandada de pájaros que metaforizan sobre el vuelo migratorio que el músico ha tenido que afrontar. La canción fundamental del álbum tiene su mismo nombre: La Estampida. Habla del destino errante de quien sabe de dónde salió, pero no sabe a dónde llegará. La miseria, la incertidumbre y las rupturas internas ruedan sobre una pista sentida de acordes simples.
«Ellos van, caminando hacia un lugar que no sabrán, caminantes, pies descalzos llevan hambre, tanta sed. Madres lloran, hijos parten, otros venden y reparten».
El ser humano, aferrado a su instinto de supervivencia, emigra como en una estampida. Una irrupción de vida o muerte donde se pisan cabezas, cuerpos y emociones y sólo los más fuertes sobreviven. De ahí que «La estampida se lleva vidas y más» sea el verso que más se repite en la canción, la cual también pone los reflectores sobre el líder mesiánico artífice en gran medida del colapso social venezolano.
«Un culpable, un traidor, vendió al país por ambición y en las calles hay hambruna. El bravo pueblo, sangre y muere».
En el videoclip de La Estampida, imágenes de tipo documental cuentan la historia real de un grupo de migrantes que caminan con sus maletas al hombro por las carreteras de los andes nororientales, en la frontera entre Venezuela y Colombia, con destino a Perú. La canción acompaña esta no-ficción conmovedora de la cual, como latinoamericanos, no somos ajenos y hemos atestiguado cuando transitamos por vías departamentales de nuestros países. Con textos complementarios, el video cuenta el tránsito de Ana Julia que, embarazada de ocho meses, deberá andar 2.000 kilómetros junto con su familia para llegar a Perú, donde anticipan problemas de ingreso por no contar con pasaporte.
Este video/documental muestra, a manera de transición, un collage de fotos de archivo que retratan la brutalidad policial de las fuerzas armadas del chavismo en contra de las manifestaciones sociales de venezolanos, tan habituales en la última década. Después, se centra en la hambruna de un niño y de Agnely, de ocho años, que pesa 18 kilos y sufre problemas médicos como causa de la desnutrición. El videoclip termina retomando la historia inicial de Ana Julia y la incertidumbre de su ingreso a Perú.
El resto del disco de Douglas Josué está matizado por canciones pop rock. La segunda, recibe el nombre de Rastros. Una composición sobre el amor romántico, que aliviana el viaje de La Estampida y ofrece notas melódicas, cuyos acordes recuerdan los mejores momentos de artistas como Aterciopelados o Alanis Morissette. «Te adoro cuando ríes así. Te quiero cuando duermes así. Prometo mantenerlo hasta el fin». El tercer track de La Estampida se llama Cuando te vi. La escaleta del disco apunta a otra canción sobre enamoramiento e ímpetu juvenil con un tono de rock en español desenfadado. Habla del interés de una persona por salir con otra y de un ultimátum de la voz narradora, una invitación a aceptar el cortejo y dejarse llevar. «Y cuando te vi, sentí morir. Y cuando te vi, sentí vivir. Ya no me des excusas, para poder salir, mi amor».
En la cuarta canción del disco, Punto sur, hay un aire de desarraigo que hace juego con el hilo conductor de la migración. Mantiene el discurso del amor, con el atenuante de tratarse de alguien que está a punto de partir y alejarse de la otra persona, y el reproche del mal timing de quien está dispuesto a la relación, pero la lejanía se lo impedirá. «Y ahora que sí puedo. Y ahora estoy dispuesto. A tener algo más que una amistad. Me voy, me voy. Me voy al sur».
Rosa Pop es el quinto corte de La Estampida. «Eres una Rosa Pop, tan plástica y elemental. Eres una Rosa Pop, tan básica y superficial», dice la letra que avanza sobre una pista sencilla de notas de órgano y percusión electrónica. En Piel de luna, sexta canción, se habla de otra mujer, víctima de la frivolidad, menos inocente que la protagonista de la canción anterior y más expuesta a los riesgos de la noche. «Ella gira en un mundo donde todas se venden por dinero. Quizás ha pensado en salir de ese mundo extraño. De pieles, placeres, lujuria y amargura».
La séptima y octava pista de La Estampida son quizás las mejores producidas del disco. Tienen más matices musicales, más altos y bajos y mayor mezcla instrumental. En Dime si, un sonido enérgico acompaña la impaciencia por un amor, probablemente no correspondido. La espera de quien deja a la otra persona en la peligrosa friendzone es el motivador de la canción. Algo de la interpretación de Miguel Mateos se deja ver en esta pista, dinámica y pop. «Dime si me quieres o me amas. Dime si me extrañas o me sientes. Pero no me tengas con las ganas colgadas», repite su coro. Por su parte, en Sin sombra, octavo sencillo de La Estampida, hay un sonido más contenido con guitarras brillantes y aires postpunk. Una interpretación de una letra sugerente, que nos acerca a la música de Caifanes en sus inicios y que apunta al desamor. «Me encandilo al ver. Cuan ciega tu razón puede ser. Lo que estás buscando lo vas a encontrar».
Con Tengo edad, penúltima estación de La Estampida, Douglas Josué traza similitudes en su melodía con el sonido de Los Rodríguez. Cuenta una historia de separación y un amor imposible. «Siempre hablábamos de ti, y de mí. Pero un sueño tiene fin, lo comprendí». La canción apunta a la reconstrucción de alguien que debe seguir adelante sin el ser amado. El final es la última canción de La Estampida. Una pieza con trasfondos dogmáticos cristianos. También trae un fragmento rapeado con cierta cadencia funk, que pone fin a un disco lleno de emociones atoradas.
«Juro sobre la cruz de Jesús que yo también he pecado. Ante Dios todos somos redentores, todos somos pecadores». De esta forma, El final cierra la puerta de La Estampida con un precedente alentador de fe: la misma de la que debemos echar mano ante la catástrofe. Porque migrar, sobrevivir y sostenerse en este mundo desigual e injusto es, sin duda, un acto de fe.
Mira también:
‘En surcos de dolor’, el timonazo de Mástil por la memoria de nuestras víctimas.
Lo nuevo de Resonance Valley: Una terapia de choque para despojarse de los apegos.
‘Soltar’ de La badBand y abandonar las ruinas del desamor.
Guerrero Project y la praxis musical como ejercicio de libertad.