Hipsum: mirándonos fijamente con nuestros abismos internos

Por: Álvaro Castellanos | @alvaro_caste– Periodista, editor web y creador literario

Si observamos hacia al abismo de nuestra consciencia, seguramente el abismo de nuestra conciencia también nos observe a nosotros, y el resultado de esa confrontación tal vez sea atemorizante, pero a la vez catártico y revelador. Por ahí va el significado que le doy a la oferta musical de la banda de Medellín, Hipsum, con su prometedor nuevo disco homónimo.

Experimental e introspectivo, así es el nuevo disco de Hipsum. ¡Escúchalo!

En su álbum, Hipsum pone a convivir ocho canciones en un desahogo interiorizado de rock alternativo,que se vale de recursos como el shoegaze y post-punk, para derivar en una unidad capaz de hacernos perder en sus horizontes musicales. Rasgos de bandas europeas muy pegadas en los circuitos underground internacionales, como Soviet Soviet (Italia), Human Tetris (Rusia) o Lebanon Hannover (Reino Unido) son recogidos por Kevin, Juan Esteban, Felipe y Miguel, y redefinidos con singularidad.

Hipsum es un trabajo autorreferencial, alimentado de percepciones alteradas. El arte de la tapa convive con el minimalismo. Nos presenta una ilustración simétricaen blanco y negro del Espacio, apenas para la propuesta space-rock que también invocan, con líneas y círculos que dibujan un planeta, cuatro estrellas y una alineación cósmica que divide la imagen en un tríptico, donde predomina el vacío, un Limbo que, a manera de Intro, se convierte en el título del primer track del álbum.

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Ecos, acordes de guitarra y una voz sostenida que repite la palabra «perdóname» retumban en una atmósfera encriptada y comienzan a marcar una pauta de lo que será el disco. Suave aturdimientosegunda canción, arrastra una melodía simple y pegajosa. La disonancia de la guitarra y la placidez de la batería van cada una por su lado. «Vuelve, sin retrasos, sin miedo» dice su letra, añorando lo que no está: un hilo discursivo que mete bajo el mismo techo la frustración, la impotencia, el desarraigo y que continúa en Introspección de una mente encontradatercera estación del disco. «Una grieta, un llanto, un grito, una razón. Mírame a los ojos, dime qué pasó», dice el remate de la canción.

En Difusos, la cuarta parada de Hipsum,hay una armonía computarizada, reverberada. La interpreto como un trance, un aturdimiento del alma cuando el cuerpo no se halla. Un «malviaje» que toca escuchar muchas veces para entender qué dice y que establece el momento de mayor espesura del disco. «Todo el mundo es lento. La ruptura, sacudiéndome la mente. Todo me da vueltas, es un remolino. Mi pecho ardiendo, más allá». Viendo el álbum completo como una unidad discursiva, Difusos funcionaría como un interludio que separa una primera y una segunda parte del mismo.

Texturas de dream-pop identifican la otra mitad del disco. En Manantial, quinto corte, se aborda en tono plácido lo que precede a la muerte. «Absurdos efectos parecen llegar. Un agujero en mi cabeza (…) Un disparo en mi frente». La sexta canción, Ojos tornasol,recuerda el color de las guitarras de The Smiths. Un tema nostálgico y vital. «Puedo ver, con el tiempo, una ilusión hecha realidad. El futuro incierto. Tus ojos, iluminar un vacío que deja atrás. Y me siento vivo».

En Terco corazón tristeséptimo sencillo del disco, las guitarras introductorias se confunden con coros agudos. La velocidad disminuye y la canción se toma su tiempopara expresar un flujo de conciencia que sugiere desesperación, miedo e incertidumbre, al son de sintetizadores y brillos que estallan sobre el final. «Un corazón, que late lento, desmorona la razón, los sentidos, diferentes, en una sola habitación».

Hipsum termina con SuspirosDe nuevo, la desesperación interna cierra este pacto de autoficción con quien lo escucha. «El ruido es mi propia voz. Mis siluetas dibujan un patrón. Las luces rodean tu razón, cayendo, llegando hasta el fondo». Una canción pausada pone estampa final a un disco, que entabla una conversación interna con la vida y con la muerte, mientras ponemos los pies en la pista de baile como metáfora de una oscuridad liberadora.

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