El dúo conformado por Samuel Lizarralde y Juan Pablo Delgado está de vuelta. Moügli, proyecto de electrónica selvática que configuran ambas partes, presenta «Respirar, su segundo sencillo con Orianna (Sony), luego del lanzamiento de “Lejos” en febrero. Esta nueva entrega de la banda colombiana MOÜGLI nos conecta con aquellas cosas de las cuales dependemos, pero que casi nunca tenemos tiempo de apreciar. Esta es la premisa en el núcleo de su nuevo sencillo a través de Orianna (Sony), “Respirar”: así como el ejercicio inconsciente de llevar el aire a nuestros pulmones constituye el acto central de sobrevivencia, los detalles invisibles que nos circundan son los que dan un sentido pleno a la existencia humana, dentro de su sensibilidad para pensar y reflexionar sobre su entorno. Sin embargo, las cosas más valiosas son aquellas que damos por sentado.
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“Respirar” marca una dirección en el sonido del dúo colombiano, entrando de lleno a un sonido electrónico más denso y pesado en el que se sobreponen capas de elegante textura digital. Empero, sobrevive la identidad selvática de un proyecto que se ha hecho enorme a partir de estudiar cuidadosamente el sonido amazónico, andino y del Pacífico colombiano, permitiéndole colindar a estas voces de las profundidades con programaciones de primer nivel. Así mismo, cada vez Moügli se siente cada vez más cómodo habitando su propia piel, permitiéndole a las voces de Lizarralde y Delgado florecer en medio de sus capas sintéticas de sonido.
“Respirar” es una invitación a habitar de lleno el presente, de cerrar los párpados a la sobre estimulación de nuestros sentidos por la publicidad y abrir los ojos del color para encontrar los colores invisibles del planeta. Con este corte, el proyecto bogotano continúa proponiendo un ethos sensible, una actitud crítica con relación a la manera en la que el ser humano habita y se comporta en el planeta. El mundo está lleno de misterios fascinantes que deliberadamente ignoramos para seguir adelante desde nuestra comunidad: agotamos los recursos naturales a una velocidad alarmante, pero nos aburre catalogar nuestros deshechos por códigos de color; propendemos por la defensa de la vida, pero nos han dejado de alarmar las estadísticas de la violencia sistemática que hemos estandarizado en columnas de Excel. Decimos amar la vida, pero nos hemos olvidado de respirar. Porque cada vida que se apaga, animal o vegetal, es un poco menos de color para el mundo.
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