Nicky Jam ‘El ganador’: Honestidad brutal.

Por: Pablito Wilson

Colaborador Colectivo Sonoro

Nick Rivera Caminero está a punto de explotar. No en el sentido literal, pero tampoco por una ingesta de Percocet –la pastilla que ha estado consumiendo por muchos años–. Lo suyo tiene que ver con una cuestión más racional, lleva –según se cuenta en uno de los capítulos– dos meses moviendo el video de su canción “Piensas en mi” e impulsándola en las radios, pero nada. Los fanáticos insisten en escuchar sus arcaicas melodías ya conocidas (“En la cama”, “Yo no soy tu marido”) y su nueva canción, no solo es nueva, sino transgresora: demasiado lenta para lo que está sonando en Medellín por aquel entonces.

Nicky comienza a desesperar, pero Juan Diego Medina (mánager) no, y con el tiempo Nicky ya no desespera. Un día cualquiera entiende que Instagram es el medio indicado para que sus seguidores entiendan lo importante que es para él pegar esta nueva canción y aprendan a valorarla. Y a partir de ahí, lo demás viene solo: Ellos comienzan a pedirla en un emblemático concierto, el rapero suma confianza para pegar nuevos hits (“Voy a beber”, “Travesuras”, “El perdón” con Enrique Iglesias, etcétera), aparecen los contratos y las oportunidades… hasta que por fin, nace el verdadero Nicky Jam, el que tiempo después sorprenderá con un álbum llamado ‘Fénix’. Yo lagrimeé en la primera de estas escenas, precisamente he pasado meses batallando con los prejuicios existentes en el reggaetón y haciéndole entender a expertos del ambiente literario, que el público de un libro que escribí sobre este género es mucho más grande de lo que ellos se imaginan. Así que considero que ‘El ganador’ no es solo el fiel retrato de una figura pop, sino una lección de vida.

Pero para dar lecciones de vida no solo hay que hablar de lo bonito, sino también de situaciones de violencia, de droga, de sexo poco responsable, de ingratitudes; es decir, de inmensas cagadas. La medida en la que el ciclo las recopila sin adornos, es quizás el mayor acierto de toda la obra. Porque cuando vemos que Rivera Caminero le disparó a un hombre en una pelea de bar y que Daddy Yankee tuvo que ir luego a pedir perdón en su nombre o que la madre del protagonista vagó por años en las calles (con todas las implicaciones de lo que eso significa), es que todo el resto de la obra adquiere una franqueza invaluable. A partir de allí es que realmente sí nos creemos que Nick siempre haya cuidado a su hermana Stephanie, que de corazón haya hecho su mejor esfuerzo para recuperar a sus hijos y que haya ayudado a su mamá Isabel a salir de las drogas. De la misma forma en que su papá José lo ayudó a salir a él de las pastillas y la cocaína.

El trabajo audiovisual ofrece un lugar de privilegio a los amigos y conocidos, tanto a los que participaron del trabajo: Darkiel, Ñengo Flow, Jon Z, J. Balvin, Rober Dávila (encargado en redes y persona clave para revolucionar su imagen virtual); como a los que aparecen representados por actores. En los segundos, se nota que existió una intención en recordar a cada persona que de alguna forma estuvo involucrada en el proceso. Por ejemplo, el emblemático Rafael Pina –según se cuenta en la trama, devolvió los derechos contractuales de Nicky Jam sin poner condiciones– o una recepcionista de hotel (Luz, interpretada por Patricia Bermúdez), quien aunque no tiene muchas líneas, parece haber sido vital en uno de los momentos más angustiosos de la rehabilitación del artista. También, todas las mujeres que tuvieron relaciones afectivas aparecen reflejadas con sus aciertos y sus errores, pero nunca son retratadas como las que tienen la culpa.

Las entrevistas al protagonista ayudan bastante, imprimen realidad a algunas escenas y acercan al espectador a lo que sucede detrás de la pantalla.

Y claro, queda el temita del sexo. Quienes detesten el reggaetón podrán hacer una mirada lineal y limitarse a pensar que se trata de la vida de un hombre que se hizo millonario cantando cochinadas. Pero eso no solo sería ignorante, sino hipócrita, teniendo en cuenta el calibre de las referencias sexuales o machistas que hay en muchísimos icónicos hits del rock y del pop universal. A la larga, si Nicky en vez de pedir “La combi completa: chocha, culo, teta” hubiera demandado “ser el carcelero de tu lado más grosero (…) el comandante de tu parte de adelante” estaría buscando completamente lo mismo. Y al menos, al cantar su “vulgar” estribillo, no está sonando –bajo un análisis feminista contemporáneo– como un secuestrador de vaginas o como un controlador de mujeres. Punto para Nicky.

Por cierto, Rivera Caminero se ha disculpado en entrevistas por la ignorancia reflejada en sus letras de entonces. El otro compositor recién referido difundió fotos de su exnovia desnuda en internet y hasta el sol de hoy sigue justificando su “hazaña”, disimulando su venganza, escudándose en el despecho.

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