La legión metalera colombiana le cumplió al bajísimo en el Festival del Diablo III

Una amplia zona verde rodeada de pinos, monte y lejos del caos de la ciudad fue el escenario perfecto para recibir a 23 bandas locales, nacionales e internacionales, quienes se encargaron de congregar a más de seis mil almas que adoraron al Diablo en la tercera edición de su festival en Bogotá.

A la 1:00 p.m. se prendió la llama del infierno en el Festival del Diablo 2017, un evento que gracias a su seriedad y profesionalismo se ha convertido, sin temor a equivocarme, en el festival pago de música extrema más importante de Colombia. La principal razón de su éxito, sin duda, es la credibilidad que la organización le ha dado a los fieles seguidores del género, quienes depositan cada moneda en su alcancía esperando los milagros que el maligno tiene para ellos.

Para esta edición los deseos fueron más que cumplidos, pues tener en un mismo festival a bandas de la categoría de Accept, Sodom, Exodus, Samael, Terrorizer (pese a su corta e irresponsable presentación), y Merauder no se logra tan fácilmente. De hecho, varios comentarios de asistentes concluían que pagar hasta $250.000 en la última etapa por una entrada era un precio justo y hasta barato para ese cartel que se había ingeniado el maligno.

La ubicación de las tarimas fue perfecta. Las principales, Incubo y Sucubo, permitían gracias a su cercanía que el público mantuviera arriba su energía en todo momento, pues al terminar un show iniciaba el otro automáticamente. Sin duda, un gran acierto. De igual manera, el debut de la tarima hardcore – punk fue bueno, recibiendo propuestas que nunca habían estado en el festival pero que gozan de gran público en el país. Es importante que el festival continúe apoyando este espacio y fortalezca este escenario en sus próximas ediciones.

Definitivamente, un factor esencial durante el evento fue el clima. ¡Gracias a Satanás no llovió y el público disfrutó en armonía durante las más de doce horas de fiesta extrema! Hay que aplaudir tanto a los organizadores como a los asistentes la sana convivencia del festival a tal punto que ni un solo policía hizo presencia dentro del lugar.

Como todo festival de música hay puntos buenos y otros no tan buenos que se deben corregir para llegar a la tan anhelada excelencia que mencioné al inicio del texto:

  1. Mejorar la zona de comidas. Tener un solo proveedor de alimentos generó filas infernales y algunas molestias de parte de la gente. Deberían habilitar otros proveedores para disminuir el tráfico de personas en esta zona.

2. Mucha demora por una cerveza. Hacer una fila 45 minutos por una cerveza era triste. Calculen cuánto se demoraron con la comida.

3. Después de que las tarimas Incubo y Sucubo se llenaron en su totalidad, ir a la zona de baños era toda una odisea. También es importante habilitar otros espacios de baños dentro del festival.

4. Cuidado con la logística que contratan. En algunas ocasiones nos acercamos con varios colegas a la puerta del evento para revisar temas de conexión y presenciamos a integrantes de la logística negociando con personas para entrarlos al festival.

En definitiva, el Festival del Diablo se consolidó y entró a las grandes ligas internacionales. Desde ya esperamos con ansias la cuarta edición que ojalá llegue en 2018 para ver más seguido al bajísimos y a toda su fiel legión.

Revive, en imágenes, los mejores momentos del festival bajo el lento de Jhon Paz.

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