‘Almanauta’ abre las puertas de una nueva dimensión en el universo de las rimas, en el que el alicantino ejerce de incuestionable demiurgo. Alquimista de la palabra, nadie como él efectúa la trasmisión del mensaje de un modo tan magistral. Artista, escritor, poeta y observador del aquí y del ahora. Pero también del mañana y del quizás. Combatiente con galones en la trinchera de la cotidianeidad. Escultor de metáforas teñidas de realidad. Incisivo y honesto. Nach, el rapero ilustrado, reclama su trono de prosa aguda a través de un trabajo apabullante de tiro certero que obliga a la reflexión.
La huella dejada por Nach en el mapa de nuestras músicas populares es profunda y duradera. Referente ineludible del rap en castellano durante las dos últimas décadas, Ignacio Fornés ha trazado una trayectoria artística multiforme que emparenta con la aventura y la travesía en territorio incógnito. Nada que ver con el turismo, el capricho de temporada o la aproximación de carácter epidérmico. ‘Almanauta’, su noveno disco, viene a confirmar la fuerza de una vocación ajena a veleidades.
Articulado en torno a tres elementos temáticos principales –su relación con el oficio, su visión del mundo aquí y ahora, su lucha interna en pos de la cordura y la auto-aceptación–, el noveno álbum del músico y escritor alicantino, despliega un colorido abanico de recursos expresivos. Hablamos de un álbum tan intenso como extenso, dominado por una propuesta lírica genuina y ambiciosa. Es un disco de factura moderna y expansiva, aunque se alimenta de las fuentes originales de la música negra y nunca da la espalda al boom-bap. En sus surcos –labrados junto el productor Pablo Cebrián– conviven armónicamente arreglos de encaste noventero, sonidos contemporáneos, beats de muy diverso grosor y pluralidad de tempos.
Dinámico y rico en registros, ‘Almanauta’ convoca en sus créditos a un variopinto plantel de colaboradores. La cantante madrileña Ele sobrevuela con hondura interpretativa por “Mi gran amor”, tema que ratifica el inextinguible compromiso de Nach con el hip-hop. Bunbury intensifica la reflexión sobre el estrellato desarrollada en ‘Los dos lados del telón’. Residente se vacía en la corrosiva y polirrítmica renovación de votos que supone ‘Rap Bruto’. En ‘Todo o nada’ asistimos al esperado encuentro con Kase-O, en una demostración de sustancia con los pies siempre en el suelo y extra de significado generacional. Anclada en cimientos soul y elaborada junto al mítico rapero cubano El B, ‘Héroes comprometidos’ propone una necesaria cavilación sobre nuestros modelos de conducta en la era de los influencers. José James, una de las principales figuras de la música negra actual, pone el contrapunto melódico a la combativa ‘Art Killer’, valioso debate sobre la creación artística en tiempos de neoliberalismo atroz. Y Klau, con la garganta empapada en esencias caribeñas, acompaña a nuestro hombre en ‘Cuando ya no esté’, introspectiva bajada de telón que cierra el álbum entre una batería de interrogantes de carácter universal.
En canciones como ‘Antártida’, ‘Un momento clave en el planeta’, ‘Éxodo’, ‘Almanauta’ o ‘Los zurdos mueren antes’ Nach navega solo y contracorriente. Estos temas son un ejercicio de valentía y nos lo muestran abierto en canal, lidiando con los fantasmas de la depresión, los monstruos producidos por el sueño de la razón tecnológica, lo efímero de la existencia, la insatisfacción creativa y los diques de contención sentimental que asumimos como medio para la supervivencia. Son la enésima demostración de arrojo por parte de un artista definitivamente maduro, al que siempre conviene prestar atención.
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