Una carta de fan a quien redefinió las letras del amor

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Por: Natalia Rodríguez / Colaboradora Colectivo Sonoro.

¿Qué es ser un fan? Algunos dirán que escuchar la música de su artista favorita día tras día, ir a todos sus conciertos, tener miles de fotos o hacer parte de su club de fanáticos. Pues bien, para mí significa, presenciar su misma función dos veces en el mismo día, sin aburrirse y en cada una de éstas experimentar diferentes sensaciones e incluso desear seguir escuchando a este artista mil horas más. [Poligamia en diez fotografías y cinco canciones].

«Algún día me comprenderás espero no sea tarde, si quieres encontrarme búscame en el atardecer… En el frío del concreto de la calle del amor», fueron las primeras palabras que escuché de mi artista favorito. Me quedaron sonando estas letras varios días , no sabía muy bien por qué, pero sí sé que me encantó su tono de voz, la pasión que le ponía a cada oración. Sin embargo, pasarían ciertos años para que yo al verlo llorara o para que siempre fuera a todos sus shows.

Así descubrí en su totalidad la época de Poligamia, sus canciones me parecían cada vez más perfectas, me sentía identificada con ‘Mi generación’, aún cuando yo había nacido años después. Lloré mis primeras tusas con canciones de él y, aunque suene extraño, se convirtió en el locutor de todo aquello que no podía decir.

Poligamia.
Poligamia.

Siguieron pasando más años y mientras él se seguía perfilando ya como solista, yo conocía más de su música, tenía todos sus discos, veía todos sus videos en YouTube, pero, aun así, no había ido a ningún concierto, aún cuando su música me llegaba a cada vena de mi cuerpo.

Después de muchos años por fin pude ir a su primer concierto, sudaba, me sentía como si estuviera al frente del hombre que a uno más le gusta, pero no hablo del gusto común y terrenal, me refiero a la admiración, a ese gusto que se convierte en amor infinito e inmesurable.

Me preparé como una semana para el concierto, no me importaba si iba sola o acompañada, lo lejos o cerca que quedara de mi casa, solo contaba las horas para verlo por primera vez después de años de seguir su música, anhelaba tomarle fotos y verlo. En realidad, no estaba ni cerca de imaginar todo lo que sentiría mi corazón al tenerlo medianamente cerca.

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Cuando salió al escenario literalmente quedé en shock, no grité, no pronuncié palabra, solo pude admirarlo por varios minutos. Ahí comprobé que, más que mi artista favorito, era el músico de mis sueños.

Para verlo hice el esfuerzo más grande que yo podía haber hecho, me aguanté casi dos horas de un ritmo musical que no es de mi agrado en lo más mínimo, llovió hasta más no poder, incluso en este momento mientras escribo esto recuerdo el frío tan absurdo que sentía, pero nada importaba o yo veía a mi artista o nada habría valido la pena.

A partir de esa fecha no he dejado de ir a sus recitales, hasta el momento he presenciado ocho y en cada show él sorprende con sus variaciones, con la pasión por cada letra. Se entrega a su público como si se tratara del último concierto que hará en toda su vida, ama los boleros y el romanticismo, no le da pena decirlo y expresarlo en cada una de sus canciones; además, no es de su interés parecerse a los músicos de la nueva generación.

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Andrés Cepeda es el músico que tiene toda mi admiración sobre cualquier otro.

El hombre que ha apoyado desde el inicio a muchos artistas como Laura Mayolo, ahora en Mojito Lite, aquel que decidió darle un lugar en su banda a la popular Victoria, participante de ‘La Voz Colombia’; ese hombre que se entrega hasta desgarrarse el alma en cada una de sus presentaciones, incluso en uno de sus conciertos lo vi liderar a un público que estaba asustado porque se había caído una lámpara del lugar donde estábamos, Cepeda solo necesitó empezar a entonar una de sus melodías para lograr calmar a su audiencia.

Andrés demostró que, si bien, Poligamia era parte determinante de su historia, no sería la única que escribiría y le enseñó al mundo que su voz sí podía ser escuchada en lugares que antes estaban exclusivamente reservados para otro tipo de artistas.

Por Andrés Cepeda eran muy pocos los que daban un peso, creían que después de su salida de Poligamia no lo reconocerían, sería uno más de los que deciden lanzarse de solistas y se quedan con el recuerdo de lo que alguna vez fueron, incluso, algunos siguen afirmando con vehemencia que canta el mismo pop de siempre o que se pega de lo que alguna vez fue aquella banda de rock que nació en Bogotá en los 90.

Las dos canciones que más mueven mis venas y la sangre que corre en ellas son: ‘No voy a dejarte ir’ y ‘Esto no se llama amor’. Con la primera mezcló una melodía desgarradora con ritmos que lo llevan a uno a querer pararse de la silla para bailar y cantar con el alma; en la segunda, reinventó las típicas canciones de amor en la que se hablaba de un sentimiento que quitaba la respiración y se exaltaba el valor de la pareja. Con este tema, Cepeda le comunicó al mundo que el amor puede llegar hasta los huesos, se puede enredar en el alma y en el cuerpo.

Como fanática absoluta de Andrés, puedo decirles que este artista mezcla el bolero en su mayor expresión de solidez, evolución y transformación; que solo necesita pararse en un escenario para demostrar por qué tiene la capacidad de reinventarse en cada melodía, esa es la gran razón por la que muchos lo seguimos a donde vaya, nos sabemos todas sus canciones y seguimos vibrando con cada una de sus melodías.

A Andrés Cepeda solo me queda darle un millón de gracias por jamás rendirse, por cada una de sus letras, por su evolución, por acompañarnos día tras día y por recordarnos por qué el verdadero amor no debería llamarse amor.

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