Por: Álvaro Castellanos | @alvaro_caste – Periodista, editor web y creador literario
La banda de metal experimental bogotana presenta un 2×1 de profundidad musical y discursiva que se apresura hacia un sonido veloz, espeso y genuino.
¿Qué pasaría si Dios fuera un niño indolente y ajeno a nuestro sufrimiento? Epilepsia DC desarrolla esta idea ensayística en su canción Blackfish. Aunque el sonido de la banda recuerda a actos dosmileros locales como Ultrágeno o Pornomotora, su propuesta se desliza auténtica sobre una pista de punk y metal bien ejecutados que, en su camino, deja rastros de cuerdas finas e insumos psicodélicos. Blackfish es un sencillo de dos minutos mal contados que no da respiro y expone todas las certezas de la banda sobre su propuesta musical.
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La entrada de los platillos y un riff de guitarra rocanrolero, alternado con el redoblante a toda velocidad, ponen a andar la canción. La voz lleva un estilo recitado, tipo rapeo con spoken-word, que se acuesta sobre el compás simple y raudo que marca la percusión. La voz, alineada al Hardcore o incluso al Nu-Metal, entra contundente para construir unas imágenes que, poco a poco, van tomando formas más certeras.
Cierra, cierra los ojos Hay un niño, que a mil lunas de distancia. No dice nada, No piensa, no habla, no piensa, no no piensa, no habla, no existe.
La primera estrofa de Blackfish habla de un creador en versión infantil que observa en la lejanía del cosmos y no responde con actos, ya sea porque es indiferente con nuestro sufrimiento o porque es la representación de lo que no existe.
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Ruido ruido ruido ruido, del viento Y la furia del silencio Dios es un niño Que juega a ser tirano Que juega a ser humano Que juega que juega que juega a ser lejano
Bajo el mismo juego instrumental, la segunda estrofa denota la existencia de la naturaleza bajo una cosmovisión nihilista, como una creación cruel de un Dios ausente y desentendido.
Soy un pez negro desde otro abismo Desde otro sueño, escurridizo Soy un pez negro desde otro abismo De otro sueño, escurridizo
El despliegue instrumental, que incluye la aparición de lo que podría ser un violín eléctrico, introduce un coro repetido o una tercera estrofa duplicada, en la que se construye la imagen de un pez negro, como el nombre de la canción, y se metaforiza sobre la anarquía o a la insurrección.
Soy un pez negro que sale a la calle Con pólvora en la cara Dios es un niño que juega a ser pirómano Soy un pez negro que sale a la calle Con pólvora en la cara Dios es un niño que juega a ser pirómano Soy un pez negro que sale a la calle Con pólvora
Una estrofa final, que repite sus versos, da por terminado este sencillo. Si la voz narradora lleva pólvora en la cara y Dios juega a ser pirómano, se retoma la intención provocadora de la rebelión frente a una deidad que, más que no existir, parece disfrutar con ver arder el mundo.
El cierre seco de Blackfish y su confluencia musical permite asociaciones con bandas como Motörhead y Misfits, más allá de que no suenen tan parecido. En tanto, la fusión entre industrial, hardcore y metal alternativo genera grados cercanos de separación con dos grandes bandas contemporáneas como Nine Inch Nails o Deftones.
El lanzamiento de Blackfish no llega solo. La banda de Jerson Guevara (guitarra y voz), Óscar Beleño (bajo), Rodrigo Vanegas (guitarra) y John Moreno (batería) presenta otra canción llamada Telemetría. Un lanzamiento plenamente instrumental que enseña una espesura interesante en la música de la banda. Ecos de Coheed and Cambria o de System of a Down aparecen en esta ejecución orgánica que supera los cuatro minutos.
Tanto Blackfish como Telemetría hacen parte de un Split junto a la banda Las Póker, llamado Humo al Aire. Ambas canciones también harán parte de un lanzamiento de estudio en 2023 y traen un videoclip en vivo que refuerza el elemento de la psicodelia con tonos rojizos, azules y la imagen multiplicada, como si estuviéramos mirando a través de un caleidoscopio.
Aunque distinto, este 2×1 de Epilepsia DC amplía el rango musical de una banda veloz y encriptada que, sin dejar cabos sueltos en su ejecución, se apresura lentamente sobre puentes movedizos entre el metal y el punk mientras musicaliza con lucidez y a puro rocanrol acerca de nuestro sinsentido.
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