Pánico Moral de Metadona: un disco atmosférico de oscuridad bailable

Por: Álvaro Castellanos | @alvaro_caste – Periodista, editor web y creador literario

El nuevo trabajo de la banda colombiana es una eficaz unidad postpunk, con todos los elementos del género correctamente ejecutados.

¿Qué pretende el postpunk? ¿Por qué es un género exitoso? ¿Cómo hace para cultivar nichos tan fieles? ¿Cuál es el encanto detrás del choque entre la penumbra de sus letras y la vitalidad de sus melodías? Son todas preguntas retóricas o que cada quién responderá a su manera. El caso es que la dualidad del postpunk, presente hace siglos en la construcción de conocimiento sobre el individuo, funciona muy bien en términos estéticos y mejor todavía cuando el entendimiento sobre el género es amplio y se ejecuta con virtuosismo. Estos atributos van dirigidos a la banda colombiana Metadona y su más reciente lanzamiento: Pánico Moral. Un álbum que se sumerge bien adentro en su género y que, cuando se asoma al exterior para tomar aire, respira híbridos de punk, pop, rock indie y hasta post-hardcore.

El primer corte de este álbum recibe el nombre de Robott. Un arranque discotequero, brillante, con el postpunk a tope, introduce los primeros pasos de la canción. Se oye una voz robótica y luego una humana. Profunda, carrasposa, de espesura premeditada. Habla de un robot que tiene circuitos, pero también cerebro y corazón, y de la obstinación de la voz narradora por estudiarlo, por diseccionarlo. El conjunto de versos que dicen «Flores de metal. Delirio artificial. Flores de metal. Delirio espiritual. Desconexión sensorial» responde a una construcción de imágenes biopunk. El humanoide presenta una sensibilidad humana parcial en un mundo donde la tecnología y el hombre se revelan siniestros. En Robott, la batería y los sintetizadores asumen una jerarquía por encima de los demás instrumentos.

La segunda canción de Pánico Moral es Muerto. Sonidos magnéticos, cósmicos, sci-fi, sirven como apertura del sencillo, que se impulsa en acordes graves de guitarra. Su temática es emocional y más plácida en comparación con el primer sencillo. La historia es sobre alguien que se siente muerto en vida. O, hilando más delgado, sobre alguien estancado en el purgatorio y que no tiene temor de adentrarse de todo en el otro plano. La voz comunica desesperanza y se desliza en un andar instrumental pausado. La letra comunica desprendimiento y liberación. «Ya no hay tiempo. Ya está perdido. En la balanza. Del infinito. Estamos muertos. Y perdidos. Ya no hay tiempo. Está perdido (…) No tengo miedo de perderme más allá».


Uno (no me conecto) es la tercera canción del disco. Toma una velocidad punk y un vértigo marcado por la batería que avanza veloz, a puro bombo y redoblante, en una pieza que no da tregua. «No me conecto, no lo siento. Este es el juego, siniestro», dice a manera de letanía la voz en primera persona, planteando un desdoblamiento, una despersonalización interior que apunta a lo más profundo de la consciencia. La pista toma gustos de indie rock y se apoya en beats electrónicos.

Retomando la espesura del primer track, aparece Extrañas Señales, cuarta pista de Pánico Moral, que baja en revoluciones en comparación con Uno (no me conecto). El sintetizador golpea, ruidoso, para inducir una atmósfera de desesperación. El sencillo anda lento, pero es melódico. La letra apunta al desamor y el personaje se reprocha por lo que está roto y sin retorno. «Ignoramos las señales. Confundimos el azar. Estoy tan tóxico, lo sabes. Cuánto duele despertar». Algo de post-hardcore se deja ver en el cierre, cuando la voz toma alcances guturales.

Armonías disonantes en el sintetizador, que se alinean y toman un ritmo sincronizado, acompañan a Prototipo Negativo, quinta canción del álbum. Un tema con visos de rock industrial, regido por el nihilismo de la letra: «Liberar esta ansiedad. El vacío del abismo. Succionando mi dolor. Liberar esta maldad». En la composición hay un juego de atmósferas al juntar el frío del invierno y el calor del infierno: dos estados sensorialmente opuestos. «Si decido fingir, ya vi, el invierno. Nada mal. Si decido perder, ya vi, el infierno. Nada mal. El invierno en mis huesos, el infierno en tus huesos». La canción se toma licencias experimentales con la aparición de apoyos electrónicos agudos que aparecen en primer plano en el cierre de la canción, conviviendo con la voz en los entretelones.


Código es el sexto corte de Pánico Moral. Se para en un punto medio entre el indie y el postpunk. Se siente incluso como una canción pop, con armonías estéticas en la guitarra. «Enloqueciendo. Y es que no lo entiendo. Pierdo el control. Enloqueciendo». En tanto, Goth, séptima canción, marca tal vez el clímax del disco. Es un sencillo que se acerca de forma más notoria al rock industrial. Una canción diferencial, con trasfondos sociales. Hace un llamado a la conciencia de clase que tanto hace falta en países como Colombia. «Este mundo no tiene paz. Este mundo está muy mal. Este mundo no tiene igual. Este mundo, sólo virus, sólo virus. Sólo bombas, sólo bombas. Sólo crisis, sólo crisis».


Esc, octava y última canción del disco, es la más canónica instrumentalmente hablando. Los beats, sintetizadores y apoyos electrónicos aparecen más moderados. Sin embargo, la historia no difiere con el discurso del álbum. Esc es un laberinto emocional donde el narrador se hunde en una bruma interna y arrastra a sus fantasmas a donde sea que vaya. «Estoy lleno de ansiedad. Busco y busco y no hay lugar. Aquí todo es oscuridad (…) Huir de allá. Salir de aquí». De esta forma cierra Pánico Moral, con una solemnidad limpia y sosegada. Son 36 minutos y medio de altos y bajos, divididos en ocho pistas provistas de distintas intensidades, que conforman una unidad eficaz de postpunk y oscuridad bailable.


La tapa del disco de Metadona es una imagen fucsia y granulada. Muestra el cuerpo de un hombre en miniatura frente a una puerta abierta y gigante por la que entra un brillo blanco. Por sus tonos coloridos, no es la imagen de cubierta que se espera para un disco de postpunk. Sin embargo, visto entre líneas, el fucsia y el blanco, estallados, incandescentes, generan incomodidad. Un oxímoron de color, donde el brillo y el color terminan redefiniéndose como malsanos e intimidantes. La imagen también parece resumir la intención más evidente del disco: abrirnos una puerta hacia una dimensión desconocida que nos conduzca a la más liberadora de las oscuridades. La metadona, como medicamento opioide, se usa para los dolores y las desintoxicaciones: el mismo efecto que persigue en términos musicales la banda de Diego, Julián y Juan Vicente con este trabajo en el que pretenden, por medio del postpunk, marcarnos el camino para sortear las trampas de nuestra mente.

Mira también:

‘Abracadabra’, el atrapante conjuro musical de Leon Clef.

‘Más allá del mundo’, el nuevo oráculo musical invocado por la Burning Caravan.

El regreso de Asuntos Pendientes: Ska elevado para tramitar los duelos.

‘Gigantes’ de Tequendama: Lustrando el brillo de la creatividad musical.

‘Ahora o nada’ de Astronova: rock alternativo con espíritu ramonero.