Por: Alexandra Gómez
—Un ave trina alegre, llena de vida y paz (…) pero poco a poquito, los quieren acabar, al hombre mariposa—Es el fragmento de una canción que compuso Alejandra Téllez, firmante de la paz. Es “una metáfora que compuse en situaciones muy difíciles y me nació del alma decir cosas sin tener que mencionar lo que estaba en realidad pasando”. Para ella la música “es en sí la vida misma”.
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“A través de la música pudimos entender que antes de ser combatientes son seres humanos y logramos comprender muchas cosas que experimentaron en la guerra”, explica Laura Soto, integrante del proyecto de investigación: Entre fusiles y acordeones: base de datos de la música de las FARC-EP (1988-2018), donde se afirma que es un material fonográfico “aún poco investigado y valorado por los académicos que estudian la historia de la violencia en el país”.
Adriana García en su tesis de maestría investiga las relaciones entre música y conflicto armado, allí analiza la música a través de la historia y la cultura, cuyo visor permite entender la música como una herramienta para la construcción de paz o las motivaciones para la guerra. “Uno crece en un país donde los medios de comunicación muestran una sola visión del conflicto, «la visión oficial» escuchando las canciones que hablaban de la guerra, me permitió entender la dinámica real del conflicto (…) y que la responsabilidad no era sólo de un bando”, afirma Soto.
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En el cuaderno de formación política: “Marulanda y las Farc para principiantes” se establece como fundamental para ser combatiente tener “la hora cultural insurgente” para el acceso a las artes como base de la formación y se sostiene “que todas las revoluciones populares han creado su propia música que moldea la identidad de su pueblo”. Es así que era común y muy importante durante la vida en armas de las FARC –EP tener instrumentos musicales, potenciar las habilidades artísticas de sus integrantes, componer y grabar canciones.
Para grabar las canciones en medio de la confrontación armada “éramos muy recursivos, siempre buscábamos la forma de grabar algunos temas, haciendo cajones con plástico o al aire libre, otros compañeros tuvieron la oportunidad de grabar canciones enviandolas a casas disqueras profesionales donde enviaban sus letras con el ritmo y ellos se las grababan y luego volvían para acabar de organizarlas.
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“La difusión se hacía por correos, llegaba en memorias, en cancioneros impresos, en cassette, se reproducían, se enviaba a todas las unidades y así llegaba a toda Colombia y a las redes urbanas”, recuerda Alejandra.
En los músicos e intérpretes de las Farc, la vida cotidiana, los paisajes y las convicciones son las inspiraciones para componer, “quienes nos proponíamos estar en el tema de la música escribíamos las letras, había otros más tesos que hacían sus letras con la música de una vez”, explica Alejandra.
Para Carlos Díaz, integrante de la investigación Entre fusiles y acordeones, explica que “estas personas no son sólo un cuadro de la guerra, tienen una vida además que es la que hay que reconocer en esta etapa del conflicto”. La compilación musical que logró la investigación evidencia una biblioteca musical invadida de sonoridades de los ruidos estruendosos que trae la guerra y los silencios profundos que acompañarán sus vidas siendo excombatientes, hechos música.
“En el proyecto transcribimos todas las canciones, luego se hizo un análisis y nos dimos cuenta que el hablar de paz en esa organización no era algo nuevo por lo menos en la música (…) en el discurso de ellos siempre estuvo trazado cómo llegar a esa paz», menciona Diaz, tras la construcción de la base de datos de la música de las Farc-Ep y la publicación de tres cancioneros.
El Acuerdo de Paz en música
Alejandra creció con los sonidos del río, los pájaros, los animales de monte y de corral, recuerda cuando tenía cinco años el sonido del violín y la guitarra que interpretaba su abuelo, siendo niña la llevaban hacer coros para los villancicos. “Nunca imaginé que mi voz sirviera para cantar hasta que llegué a las Farc y en una asamblea de militantes tomaron la decisión que los representará con mi voz en un grupo musical que se llamó Los Rebeldes del sur” quienes cantan juguémosle a la paz, cuenta Alejandra quien integró las Farc-Ep por más de 18 años.
Con la música Alejandra ha llorado, sonreído, “he podido mencionar lo que no puedo decir en un discurso”, para ella la música es todo lo que la rodea. Tras un año de la firma del Acuerdo de Paz “debido a las trabas que le estaban poniendo al proceso de Paz” asegura Alejandra, nace a ritmo de electro cumbia y rap en el Punto de Normalización Transitoria de Caño Indio, Norte de Santander, la canción Si a la Paz /no. no más guerra/ por la tranquilidad de la nación/ no más violencia, no más terror/. Canta ella.
Anderson Vega, compositor y firmante de la paz del Bloque Oriental cuenta, “yo me pongo a escuchar ahora muchas de las canciones, no sólo las mías sino de los otros compositores farianos, a pesar de que estábamos en pleno desarrollo de la guerra todos contenían un elemento transversal que era la esperanza de paz ¡eso me parece muy bacano”.
Anderson fue integrante de la agrupación de música llanera y campesina Rebeldía Oriental, nació en Arauca, a los 12 años ya había grabado su primer disco. Desde niño el arpa, la bandola, el cuatro y las maracas iniciaron acompañar su vida para continuar la tradición de la música llanera.
Con su entrada a la insurgencia lo primero que tuvo fue un arpa y un cuatro, “casi desde que llegué tenía acceso a un cuatro al menos porque era el instrumento más pequeño y con el cual podía departir y compartir canciones”, recuerda Anderson, además como sus primeras grabaciones en las Farc fueron con una grabadora de casette.
Con más de 60 canciones y 20 años en la insurgencia, en su memoria está grabada “como en pleno desarrollo del Plan Patriota en las selvas de Yari, Jorge Briceño nos había organizado un buen número de instrumentos para que comenzáramos a darle vida a una orquesta, en esos días se da una arremetida militar muy fuerte y por razones de seguridad ya habíamos guardado en medio de la selva esos instrumentos, el Ejército pasó por allí y los quemaron todos, ¡fue bastante triste!, relata Anderson.
En la implementación de los Acuerdos de Paz, en la Zona Veredal Transitoria Mariana Páez (Mesetas) compone a ritmo de arpa y maracas Cuento de paz /me gusta mucho esa historia, porque no habrá guerra (…) solo miro la alegría, canciones y melodías que la paz ya deja oír, canción que compuso cuando nació el primer niño en la zona veredal.
Anderson tiene Versos Contentos una canción íntima “que representa lo que estamos viviendo con el Proceso de Paz”, dice, y despide esta conversación cantando a capela a ritmo de llanera Colombia, paz y gloria del compositor Oscar Curvelo. No quiero que llores/no quiero que sufras Colombia/ no quiero más guerra, fuera los cañones…Colombia/no quiero más llanto, desapariciones…/muerte mucho menos, sólo bendiciones…Colombia.
“Antes entregar cds, canciones, era un tema clandestino para las Farc, ahora estas músicas al volver a la vida civil las pueden escuchar en público, tener en el celular y poner la música en una fiesta”, explica Carlos. Las músicas que fueron prohibidas son un testimonio sonoro de la violencia y el anhelo de paz en Colombia.
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