Por: Tata Ortiz – @marzianademarzo
Colaboradora de Colectivo Sonoro
Tomar una aguja para inyectar aire a una persona puede provocarle un embolismo gaseoso y su vida puede estar en altísimo riesgo, según dicen varios blogs de medicina. Curioso que ese aire que pasa a través de una aguja pueda acabar con alguien, pensarán ustedes qué de raro tiene eso y ¡que macabras ideas pasan por mi cabeza! pero tengo una buena explicación: esos mismos elementos usados de otra manera podrían dar un placer delirante y gratificante, yo lo probé: (aguja, aire y sujeto – “yo”). La aguja baja lentamente a una superficie plana que gira sobre un eje, raya en sobre ella produciendo un sonido diferente a su roce. Ese conjunto de sonidos forman una melodía, el aire, esta vez no pasa a través de la aguja, es solo un mensajero que lleva esa armonía a mis odios que se mantienen expectantes ante una nueva experiencia sonora.
Escucho una pista, mezclada con disparos, risas y parafraseos de hip hop (Down ‘71(The Getaway) – Bone Thugs –N- Harmony), mi cabeza se empieza a mover lentamente de atrás hacia adelante mientras estoy en un viejo sofá mirando al techo siguiendo con mis ojos una extensión navideña que atrapa mi atención, me quedo pensando en cada cosa que intercala en ese camino. Mi vista llega hacia una pared donde cuelga una extraña escultura hecha con ositos de peluche, muñecos de felpa y plástico, sigo dando una ronda alrededor de las paredes. La curiosidad me hace levantar del sofá y paso a paso recorro el lugar entre cajas de vinilos, sus separadores son escritos a mano sobre cartón, mi vista tropieza en cada uno de ellos pues algunos fueron inimaginables hasta ese momento: Astral Folk, Asian Rock, Crazy Noise, tons of great $3 records (2 for $5). Otros más cercanos a mi experiencia como compradora de música en tiendas: Reggae, punk, post punk, rap.
Me quedé husmeando en la caja de “Latin” y encontré grupos que no conocía, nombres que había escuchado, otros artistas más cercanos a mis padres; pero de un momento a otro quedé inmóvil al ver la imagen de un niño con un disfraz de angelito, un libro en sus manos y con la boca abierta simulando cantar, en la parte superior entre letras rojas y verdes se leía ‘Los mejores villancicos. Tomé el disco, le di la vuelta y leí cada uno de sus cortes y sí, eran los mejores villancicos; bueno, los clásicos: ‘Tutaina’, ‘La nanita nana’ y ‘Zagalillos’… Levanté la mirada, me reí sola y seguí mirando discos.
Me acerqué al mostrador para hablar con Will, el encargado de la tienda aquel día. Me contó que la tienda en Jamaica Plain, el vecindario donde se ubica, en abril cumplió dos años. “Nick es el dueño junto a Peter, Nick tuvo otra tienda de música antes que esta y Peter consiguió este espacio. No fue gran cosa, solamente juntarse para un negocio”. Un negocio que intuyo no le va mal, pues durante el tiempo que estuve ahí y otras veces que he ido siempre he visto mover la caja registradora. Con él no hablé sobre dinero, pero recordé otra tienda de discos que visité en Philadelphia “Philadelphia Record Exchange” donde, por cierto, tienen un LP de Megadeth firmado por la banda a la venta ($50 dólares), y su dueño me comentó que lleva en el negocio de la venta de vinilos 30 años y que a pesar que ha tenido malos momentos no ha cerrado su tienda.
Luego de ver el disco de villancicos le pregunté a Will ¿cómo consiguen los vinilos? a lo que me respondió: “muchas veces la gente simplemente los trae, las bandas vienen y traen sus producciones. Tenemos otras tiendas aliadas que nos avisan cuando llegan cosas nuevas. Otras veces simplemente son cosas de ventas de jardín”. De esas ventas de garaje no simplemente se compran vinilos, sino elementos para seguir decorando el espacio. “Deep Thoughts está lleno de arte, la escultura de muñecos de felpa es un regalo de la exnovia de Nick para la tienda, las extensiones sobre el techo con todas esas cosas colgadas son de otro artista local, es un estilo que llamamos ‘Crazy Art Punk’ porque eso es lo que replicamos”, añade.
La tienda, además de vender vinilos, tiene una sección especial para cassettes, CD’S, viejas temporadas de programas de la década pasada y libros. “Me gustaría que vieras el sótano”, me dice Will caminamos hacia el fondo de la tienda y bajamos a un espacio con una pequeña tarima, con paredes pintadas con más arte punk. “Hacemos algunos conciertos, ya sabes un poco clandestinos. Generalmente son los viernes, es un buen espacio para salir, algo demasiado íntimo”.
Mi momento con él estaba por terminar, pues debía seguir en su trabajo y en ese tiempo simplemente hablamos del tipo de gente que visita la tienda. Tal vez, si uno piensa en compra de vinilos podría imaginar que gente mayor son los principales compradores, pero esta tienda es demasiado particular por el público que atrae. “Viene todo tipo gente, pero te diría que nuestros clientes son personas jóvenes y raras que les gustan las cosas diferentes”. Es verdad, los sonidos que expone la tienda son selectos, no están las bandas de gran renombre ni los últimos lanzamientos de los grandes sellos discográficos; hay una sección de clásicos donde suelen estar artistas más universales pero son contados sus productos.
Al terminar mi entrevista, comprendí el nombre de la tienda Deep Thoughts (pensamientos profundos). Fue experiencia profunda e interesante, como una dosis personal de música, de inyección, de agua y de vinilo.