I.R.A. tiene más de 35 años de carrera artística. Más de tres décadas de libertad donde David Viola, líder y fundador de la banda, ha sabido comandar su batallón punk que día tras día hace historia a través de canciones, pensamientos y vivencias.
Pero cumplir 35 años solo es muy aburrido y Viola lo tiene claro, tan claro que solo cuatro años después de haber montado el grupo conoció a Mónica Moreno, su punk amor y fiel escudera, y la invitó a hacer parte de este viaje donde la lealtad y la unión han sido los requisitos para obtener el pasaporte de la felicidad.
En los últimos años I.R.A. ha recibido homenajes, cientas de entrevistas, ha participado en grandes festivales en Colombia y el mundo y han sido reseñados por su honorable y respetada obra en un sinnúmero de medios de comunicación demostrando, en cada paso que dan, que el punk no ha muerto y que están más vigentes que nunca en cuerpo, mente y espíritu.
La historia de hoy va más allá de canciones, discos y giras. Me le metí al rancho a la banda más importante de punk del país, me metí a la Santa Punkera. Hablé con estos personajes de cómo su casa se ha convertido en el espacio ideal para vivir, para hacer empresa y para ser felices. Conversamos de su cotidianidad, sus pasatiempos, los reconocimientos obtenidos y sus metas a futuro.
Santa Punkera, la casa, museo y oficina de I.R.A. es el centro de operaciones de David y Mónica quienes hace más de 15 años decidieron vivir afuera de la ciudad, abandonar el caos y estar lejos del ruido que produce Medellín. Está ubicada en el corregimiento de Santa Helena, un lugar donde según el cantante “vive mucho hippie, mucho artesano. Habita gente independiente que no tiene un empleo fijo”.
Mucha gente cree que ser punkero es vivir debajo de un puente y no es así
En 1997 I.R.A. tuvo un destacado quiebre donde ocurrió el éxodo más fuerte de los integrantes de la banda, dos se fueron del país y otro se abrió del parche. Al ver que ya con él serían tres los desertores, Mónica y David no se dieron por vencidos y continuaron con este sueño que los tiene celebrando más de 30 años ininterrumpidos de carrera musical.
Las tres bajas del batallón fueron un golpe duro para el grupo pero sirvió para probar de qué y para qué estaban hechos. Antes Viola solo cantaba, pero debido a las caídas sensibles se cargó la guitarra al hombro y Mónica se dedicó a los tarros y a los coros. El bajo lo integraban amigos músicos que invitaban a los shows. Fue un cambio rudo, pero en menos de seis meses lograron ensamblar nuevamente el proyecto y llegaron a tocar tiempo después en ciudades como Cali y Medellín bajo la formación tradicional de bajo, guitarra y voz y batería.
“El grupo de gente en el que nos manteníamos empezó a abrirse de la ciudad. En nuestro parche la adolescencia se nos había quemado y todo el mundo empezó a buscar la manera de hacer vida, la vida que no se podía hacer en Medellín porque acá no había nada para salir adelante. Las expectativas culturales en la ciudad eran nulas, abundaba la violencia, el peligro, el armamento y escaseaban las oportunidades artísticas”, comenta Viola.
Su gran círculo de amigos artistas, músicos y pintores inició un éxodo masivo. La mitad de la gente se fue para Estados Unidos y para Europa sin embargo, ellos se quedaron luchando en esa cultura desértica y se fueron para Santa Helena como una manera de tomar un segundo camino. “No queríamos estar más en una ciudad tan llena, caótica y monótona. Había mucho control porque veníamos de una violencia muy cruda en los años 80, entonces daba pereza vivir en un lugar donde en cada esquina te requisaban”, agrega el músico.
“Siempre quisimos vivir en el campo. Cuando éramos novios y yo tenía 15 años nos íbamos todos los fines de semana a buscar un terreno, sin un peso, pero con la ilusión de algún día vivir en las afueras de la ciudad. Buscamos en municipios como Caldas, Envigado, Rionegro y Marinilla, sin embargo, un día después de más de diez años de patonear llegamos a Santa Helena”, comenta Mónica.
Desde que se conocieron en 1989 y formalizaron su relación en 1993, estos dos punkeros siempre han tenido alma aventurera y como buenos trotamundos han tenido que vivir barato porque la mayoría de sus ingresos provienen del rock and roll. David no quería vincularse a una empresa y Mónica quería desvincularse de donde trabajaba. La forma más práctica de hacer esto realidad era reducir los costos de vida a la mitad y alterar los hábitos cotidianos de manera tal que fuera posible.
Luego de ires y venires, el día llegó y la pareja logró reunir el dinero suficiente para comprar el terreno, un potrero al aire libre, sin árboles ni nada donde empezaron a construir su rancho. Con carpas y vallas publicitarias montaron un lugar para habitar donde estuvieron por más de un año. Con el tiempo lo fueron engallando y le terminaron sacando sala y comedor.
Construir con nuestras propias manos la casa donde estamos ha sido la etapa más feliz que hemos vivido.
“Nuestras familias nos decían que estábamos locos por vivir ahí en el monte y que nos íbamos a morir de frío, además, estábamos empezando con el cuento del vegetarianismo y pues peor”, comenta Viola. “Yo me retiré del trabajo, de ese empleo soñado de la gente del común que te asegura una vida próspera y placentera en el futuro pero a mí me importó un culo y renuncié por eso mismo, porque no me gusta tener un futuro fijo”, recalca Mónica.
Poco a poco, con el tiempo estos guerreros de la vida empezaron a colonizar Santa Helena y a darle vida a Santa Punkera.
El diario vivir y los pasatiempos
Un día normal en la vida de Mónica y Viola es madrugador. David se levanta sobre las 5:00 a.m., hace el café, compone y lee mientras ella duerme una hora más. Luego se van a hacer ejercicio, bajan hasta la carretera principal (2 kilómetros) y vuelven a subir. El desayuno está listo sobre las 8:00 a.m. para después dedicarse cada uno a trabajar en sus labores: atender las redes, hacerle seguimiento a la mercancía que está en producción, preparar conciertos, componer canciones, diseñar la ropa y los accesorios, entre muchos otros oficios que da tener una banda independiente. Luego del almuerzo, gestionado por la mujer, continúan su trabajo hasta entrada la noche. “David tiene en I.R.A. unas funciones más prácticas y artísticas y yo tengo unas labores más racionales y administrativas”, agrega la primera dama de Santa Punkera. Cabe resaltar que estas labores ocurren en días normales, tres o cuatro por semana, ya que ensayos, conciertos, entrevistas, giras, citas médicas, entre otros compromisos, hacen que estas dinámicas se vean alteradas.
Entre los pasatiempos más importantes del cantante están las motos. A David le encanta modificarlas, montarlas, acabarlas y verlas en revistas, internet o en la televisión. Por su parte, la baterista tiene en la huerta su mejor distracción, allí siembra hortalizas, verduras y legumbres.
Otra de las pasiones del cantante es coleccionar música, pasión que ha vuelto a retomar luego de un tiempo. Él ha sido muy necio coleccionando discos, cuando estaba más sardino vendía los discos para suplir una necesidad económica. “Donde no hubiera vendido los discos tendría tal vez la colección de rock más grande de Colombia, por ahí más de 10.000 LP’s”, comenta.
Logros y reconocimientos
A lo largo de la carrera, I.R.A. ha recibido varios reconocimientos, sin embargo, no menos valiosos son los que les hace el público en los conciertos. “La gente nos manda fotos de los shows, los videos que grabaron, el cuento que escribieron, la versión de la canción que compusieron. Todo lo que I.R.A. ha hecho en la vida de la gente nos lo hacen llegar y eso es muy satisfactorio”, enfatiza Mónica.
La mayoría de los premios físicos se los han dado a esta banda por su constancia, aguante, por estar toda una vida dedicados a la música y porque se han convertido en un patrimonio cultural y artístico en Colombia.
La oficina
En el taller de I.R.A se diseñan camisetas, gorras, parches y muchos accesorios que la banda comercializa en sus conciertos. Este espacio ha sido testigo para que David encontrara en el papel un nuevo mecanismo de comunicación. El cantante paisa ha publicado tres libros: ‘I.R.A. la antileyenda’, el primer libro autobiográfico de una banda de rock en el país; ‘Punk Medallo’, el primer libro del género punk en Colombia y ‘Aguante I.R.A 30 años de punk’, el primer libro conmemorativo de 30 años de una banda de rock en el país. “Mi respeto y admiración para las entidades en Colombia que aprecian el arte independiente, porque es que hay unas que en vez de apoyar el arte lo segregan, lo discriminan, hablan mal de ti por detrás buscando quebrarte el culo”, agrega el artista.
La grandeza de I.R.A. es un hecho. Nosotros no tenemos que aparentar nada ante nadie
Su responsabilidad como banda y los planes a futuro
David y Mónica sienten que, a pesar de que han hecho tantas cosas en estos 30 años bajo el letrero de I.R.A., les falta aún más logros por alcanzar. La pareja afirma que para llevarlas a cabo necesitan de tiempo y dinero pero que como construyeron Santa Punkera, paso a paso, cumplirán las metas que se proponen.
“A mí me falta una casa cultural donde pueda tener gente haciendo arte y generando ingresos para los artistas. Nos falta por hacer más proyectos sociales que son muy grandes y que por ahora se nos salen de las manos. No nos gusta chillar, cuando uno trabaja bien, el universo te pone los recursos para que sigas adelante y cumplas tus sueños”.
Los artistas aseguran que su responsabilidad social como banda la han podido cumplir a cabalidad a lo largo de estos 35 años de carrera. “Habitamos en una ciudad violenta y que es vulnerada por la droga y el alcohol, pero nosotros hemos sido repulsivos a eso. Además, con la música hemos creado, viajado y cumplido metas e ilusiones. I.R.A. ha sido el frontman de muchas cosas, los muchachos nos dicen: ‘Ustedes van adelante, son el escudo para todas las generaciones de bandas y de rockeros que van atrás. Van recibiendo todos los flechazos y golpes, equivocándose y enseñándonos el camino’”, recalca Mónica.
A I.R.A. hay que escucharla y hay que leerla. Desde el punto de vista artístico hay que pararse en la raya, desde el punto de vista social dar la talla y desde el punto de vista humano conservar la lógica
Este camión de punk no para y ahora prepara un LP poligrabado y un nuevo libro, esta vez, escrito por Mónica. Ya hay varias memorias y pensamientos escritos sobre cómo ella subvirtió por 20 años la educación siendo la baterista de I.R.A. y la profesora de la Universidad de Antioquia a la vez. Por su parte, Viola asegura que tiene un montón de verborrea con los que podría sacar otros dos o tres libros.
I.R.A. es un proyecto serio que ha enseñado, ha aprendido, ha formado, ha luchado y se ha ganado el respeto de las personas por ser honesto y consecuente con sus actos. Larga vida a estos dos genios que han sabido llevar las botas puestas y la cresta en alto por todas partes del mundo.
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