Por: Álvaro Castellanos | @alvaro_caste – Periodista, editor web y creador literario.
La agrupación colombiana presenta un EP de cinco cortes pop que viajan por diferentes tonalidades musicales y estados de la consciencia.
No es cierto que el pop esté llamado a abordar temas ligeros, lugares comunes o estímulos primarios. Es decir, sí lo está, pero también puede ir más allá. Más allá de nuestra realidad y más allá de los cánones del mundo como lo conocemos. Entendida de los alcances a los que se puede expandir la música, la banda colombiana DeGlorian lanza un EP llamado ‘El placer de lo oculto’. Un deleite sonoro en empaque pop, capaz de volarnos la cabeza gracias a la apertura de pensamiento que proponen sus letras y a la suma múltiple de insumos musicales que invocan al pop latino, el rock indie, el new wave y hasta ritmos tropicales y andinos.
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La torta psicodélica dividida en cinco partes que propone El placer de lo oculto comienza con el track La primera vez. Una canción pop de amor que, además de lo evidente, habla de un idilio cuántico que se repite en otros tiempos y en otros cuerpos. Un amor entre personas, colibríes y entes energéticos que emergen de la tierra, la yerba o el mar.
“No es la primera vez que nos hemos encontrado, siento que esto ya ha pasado una y otra vez”.
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El protagonismo de los sintetizadores y la voz melódica de Andrea DeGlorian, capaz de subir con frescura a las escalas más altas, le dan personalidad y un color propio al sonido de la banda, que se acompaña por brillos indie y una interpretación que, intencionalmente o no, suena por ratos como parte de un bolero.
“Como te encontré la primera vez entre la hierba, en un aro de luz. Sobre las olas, en los rayos del sol”.
Ciudad Azul es la segunda canción de El placer de lo oculto. Bajo una base synth-pop, la canción tiene un mensaje nihilista, al evidenciar lo finita de la condición humana y la indiferencia de la naturaleza con nuestro sufrimiento.
“Un día ya no existiré y en mí ya nadie pensará y finalmente moriré. El sol brillando seguirá”.
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El color azul, desde el punto de vista sensorial, evoca tristeza y ansiedad, sensaciones acompañantes del ruido y el caos citadino que nos despersonaliza a diario. La pista, en tanto, avanza veloz entre beats homogéneos y súplicas hacia el ente antagónico que la protagoniza.
“Ciudad azul, ciudad azul no me dejes morir, no me hagas llorar. Ciudad azul ciudad azul ya no quiero sufrir más”.
La tercera pista es la canción que le pone nombre al EP. El placer de lo oculto baja en su velocidad y propone una pausa en la escaleta del disco. Grooves, arreglos y capas electrónicas nos arrojan sobre una base meticulosamente producida. Existencial y atmosférica, propone una expiación de culpas y una exploración a otros planos de la consciencia.
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“El placer de lo oculto lejos de la realidad son las cosas prohibidas que me elevan más allá”.
Colombian Beat es la cuarta pista de El placer de lo oculto. Un World-Music que estalla en los oídos, gracias a sonidos de montaña con melodías de cumbia y un indie tropical que viaja durante tres minutos por múltiples sonoridades colombianas.
“Ven y dime qué es lo que está pasando, todo últimamente anda muy raro. Dicen que el final se está acercando que la gente ya no está gozando”
Con un spoken-word que nos recuerda a referentes como Bomba Estéreo y Edson Velandia, Colombian Beat presenta solos de guitarras, teclados y arreglos electrónicos. El arranque de la canción nos aterriza en un contexto próximo al apocalipsis, en el que las penas no tienen lugar y la fiesta es la mejor forma de aguardar por lo inevitable.
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El último bocado de este pastel de psicodelia se llama Viaje cósmico. Una canción de amplia potencia vocal que propone una liberación de la mente. Salirnos del cuerpo a un estado de transhumanismo para volvernos infinitos e imperecederos mientras damos una vuelta por la inmensidad del universo.
“Contemplando la ciudad me perdí en la eternidad, ya no volveré a pensar que no existe el más allá”.
El placer de lo oculto lleva como portada la ilustración de un aro en colores pastel, que podría tratarse de una figura astronómica. Un anillo que parece una rosquilla, fucsia, azul y naranja que se suspende en el aire. La tapa de un coctel musical con mucho trabajo y concepto (de esos que se ven poco en un mercado de fórmulas repetitivas) con el que DeGlorian nos invita a abrir la mente y a abrazar el caos mientras nos apoderamos de la pista de baile.
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