Por: José Argotty
Tanto la música como el arte son campos de gran amplitud, en esa extensión siempre encontraremos aristas, sonoridades, colores, intermitencias que gusten a unos más que a otros. Arañamos la línea de la subjetividad y aparece el poder creativo en la forma de ver el mundo, de oírlo, de vivirlo. Mirando de frente a la diversidad se abre un paisaje gigantesco en donde podríamos, si se quiere, alcanzar todos, sin embargo, juzgamos, desconocemos, nos volvemos homogéneos y sale a relucir algo incómodo: Pasto es una ciudad de 482 años que posee una inmensa carga cultural, con un camino que recién empieza en materia de grandes conciertos y poco a poco va dando sus primeros pasos para vislumbrar a los principales íconos de la música latina, en este proceso vendrán aprendizajes para el público, organizadores y empresarios que intentan convertirla en una plaza atractiva para artistas internacionales.
Durante el onomástico de la ciudad, sucedió algo especial, el 25 y 26 de junio del 2019 nos visitaron dos artistas que gozan de amplia trayectoria y gran reconocimiento en el panorama latinoamericano, tras vivir varios días de conciertos, entre el público se susurraba una experiencia que se encontraba entre las dos caras de la moneda. Para desglosar lo ocurrido, empezaré mencionando a Draco Rosa, quien hizo en su concierto un balance entre lo conceptuado ayer y hoy, lo maldito y lo sagrado, lo que fue y lo que es actualmente, evitando obligarse al pop. Draco, invitado a cerrar el Festival Galeras Rock, se zambulló ante los gritos de la gente que pedía sus canciones más populares y, como era de entenderse, al ser convocado para cerrar los 11 años del festival, mantuvo su esencia, de ahí su sonido, de ahí la oscuridad, de ahí el llanto subterráneo, válido por supuesto, pero que dejó un sinsabor entre muchos de los asistentes que por alguna razón esperaban una presentación distinta.
Por otra parte, Fito Páez se dispuso con un repertorio que incluyó sus canciones más populares, acompañado de una grandeza que envolvió la Celebración del Onomástico de Pasto en la Plaza de Nariño en una experiencia inolvidable, para llevar la energía y el amor del público a la cima ¡lejos!, allá a donde quizás nadie ha podido llevarla, hasta ahora. Al ver, oír y vivir lo que pasó, considero que la respuesta del público en un concierto es fundamental, por ende, en el meollo del asunto estamos nosotros, lo que conocíamos del uno y del otro, su pasado y su presente. Ambos son dueños de un amplio repertorio y al revisar la superficie, Fito cuenta con una mayor popularidad y varias canciones reconocibles, mientras que Draco, a pesar de tener más de una decena de álbumes a sus espaldas, no sostiene una larga lista de hits musicales, aunque jamás carecerá de buenas canciones o brillantes composiciones.
Es imposible no pensar en los organizadores, quienes confían en traer artistas de indudable reconocimiento internacional a un evento público para garantizar buenas cifras y buena imagen, procurando ofrecer las mejores condiciones logísticas a los artistas y el disfrute para la ciudadanía.
Por ello, es importante que aprendamos: a quienes organizan les corresponde escuchar el corazón de la gente y considerar más allá de gustos personales y políticas de turno, para qué artistas estamos listos como público y para cuáles no, sin dejar de lado una promoción seria de la obra del artista local, nacional o internacional en alianza con medios de comunicación regionales, para abrirles el camino a los músicos antes de hacerlos pasar al escenario.
Reflexionar si el Festival Galeras Rock y el Onomástico de Pasto funcionaron juntos, con seguridad es favorable en términos económicos, sin embargo, en una ciudad con escasa oferta cultural es más valioso que cada evento tenga su tiempo, su protagonismo y su lugar; hay que arriesgar, sin duda, pero al andar hay que irse formando, por ello darles un mejor trato a los medios de comunicación y fotógrafos no puede pasar por alto.
Al público le corresponde asistir a estos eventos para sostenerlos en el tiempo con razones de peso, apoyar a los artistas locales llegando temprano para acompañarlos en sus presentaciones, es una pena ver cómo la gente empieza a llegar masivamente al cierre, como público es hora de ver hacia adentro y valorar que en esta ciudad desde hace 20 años atrás han surgido propuestas para destacar y que nos falta conocerlas, es necesario ir a los bares, a los festivales emergentes, a los conciertos organizados por las bandas, ayudarlas a crecer, de igual manera, a las bandas les falta seducir a la gente para que asista a sus shows, formar público e innovar en sus iterativas estrategias, comprendiendo el mercado y las actuales dinámicas de la industria musical.
Aquí no hay culpables, para crecer hay que aprender, la crítica es libre y se seguirá haciendo; y aunque en estos tiempos domina el odio debemos aprender a conocer aquello que tanto criticamos para que las palabras tengan un mínimo de sentido y no pisotear a un artista como Draco Rosa, que bien o mal trató de entregarnos una parte de su presente. ¿Qué no se despidió? ¿Qué no es humilde? ¿Qué tocó muy poco? Pero si así ha sido el tipo siempre.
Liberémonos de ese apetito de señalar y juzgar a la gente, empecemos a conocer y principalmente a disfrutar sin rotulaciones de toda la música.
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