Rock al Parque 2018: un domingo de buenas y malas noticias

Crónica de la segunda jornada

Crónica: Álvaro Castellanos.

Cuatro cabezas cubiertas por pasamontañas fosforescentes saltan en desorden sobre la tarima, como si se tratara de una clase de aeróbicos. Brazo izquierdo arriba, brazo derecho abajo. Brazo derecho arriba. Brazo izquierdo abajo. Su electro-pop plástico confunde a gran parte de los asistentes. Su música, efímera, nada tiene que ver con sus mensajes, sólidos y mundialmente conocidos. Pussy Riot es un colectivo artístico que, entre su multipropósito, hace música tal vez como pretexto para universalizar su discurso pro-feminismo.

Pussy Riot, tal vez la banda más esperada de Rock al Parque 2018, es también la más impuntual. Media hora de retraso lo demuestra. The richest 1% of the world’s population controls 90% of the world’s wealth es la primera de 25 diapositivas que aparecen en la pantalla de fondo del escenario cuando comienza su acto. Después se leerán otras como Democracy, post war capitalism’s progress engine, was neutralized and replaced with oligarchic neo-feudalism; o Super-rich enjoy unfair influence government policy.

Los manifiestos de las Pussy Riot contra la desigualdad y la distribución inequitativa de la riqueza aplican para Rusia, Colombia y para gran parte del mundo. Un discurso punk que se socializa en vivo por primera vez el país del Sagrado Corazón frente a unas 7.000 personas que se juntaron frente a ellas en el Escenario Eco, el más pequeño de Rock al Parque.

Nadezhda Andréyevna Tolokónnikova es la líder de este colectivo y quien pone la cara por las demás. En el medio del show, se quitará su pasamontañas fosforescente y lucirá la pañoleta verde pro-aborto seguro, popularizada en Argentina durante los últimos meses. Horas antes, habían tocado en Edimburgo y no se trata de un súper poder de obicuidad. La banda tiene unas 15 personas y, mientras unas se presentan en Colombia, con su líder Nadezhda a bordo, otras están en Escocia comenzando una gira por el Reino Unido.

Entre las expectativas del cronista, que sólo verá 15 minutos del poderío de Suicide Silence, la banda que cierra en simultáneo en el Escenario Plaza, está escuchar alguna mención contra Álvaro Uribe, Iván Duque, Enrique Peñalosa, o los más de 300 homicidios de líderes sociales que desangran a Colombia por cortesía del fascismo que volvió a enquistarse en el país. ¿Putear al Alcalde de Bogotá en un evento organizado por la Alcaldía de Bogotá? ¿Por qué no? Primero, se lo merece. Y segundo, así es el punk. En 2015, por ejemplo, A.N.I.M.A.L. de Argentina tenía prohibido tocar Cop Killer y la banda la tocó. Sin embargo, esas proclamas anti-derecha no aparecerán durante los 50 minutos de la presentación del colectivo ruso.

Seguramente Nadezhda no sabe, ni sabrá, que su show en Rock al Parque, un festival gratuito que aboga por la igualdad, privilegia a los medios grandes más cercanos al festival. El escenario Eco, sin zona de prensa, tiene un pequeño foso para que los fotógrafos retraten a las bandas, pero para las Pussy Riot sólo unos minutos. ¿Esta restricción fue a propósito? ¿O se trató de la mala planificación que todos los años aparece de formas diferentes? El reclamo de un fotógrafo al cronista de esta nota permite pensar en lo primero.

«Parece como si Rock al Parque se fuera a volver un festival pago, privado, como Sónar o Estéreo Picnic, que acreditan a ciertos medios y dejan sólo dos canciones para hacer fotos. Hoy con Pussy Riot nos pasó eso. A la prensa del festival no le importó y nos sacó rápido. Y era una banda controversial que todos estábamos esperando, y no pudo haber registro de ellos (…) Mi invitación es que cambien esto un poquito, que no beneficien a unos, y que nos separen a los fotógrafos de los invitados para que ellos puedan gozarse las bandas y nosotros podamos trabajar».

Antes de Pussy Riot, en el Escenario Eco se presentó HMLTD: una banda inglesa de rock indie, impulsada por el British Council, de la cual tampoco pudo hubo mayor registro fotográfico. Sin embargo, su presentación sorprendió gratamente. El segundo día de Rock al Parque suele tener eso. El mensaje de que el Rock ‘n Roll va más allá de las guitarras eléctricas y es, sobre todo, una forma alternativa de ver el mundo y la vida más allá de las imposiciones del establecimiento.

Bajo esa consigna, bandas poco conocidas y apartadas del eje metalero del festival dejan una alta recordación con sus melodías alternativas, como Jupiter & Okwess (de la República del Congo) y Antibalas (EE.UU.), que tocaron caída la noche en el Escenario Lago.

Durante esta jornada de altos y bajos otra mujer también se roba el show: Candace Kucsulain, de Walls of Jericho, cuyo vozarrón totea sobre el concreto del Escenario Plaza frente a unos 35.000 asistentes fascinados con su metalcore de resistencia. «Forever militant» se le escucha gritar a Kucsulain en esta jornada de poder femenino, pero con los problemas de siempre: de privilegio a los medios cercanos a la organización, ruedas de prensa canceladas y rupturas en el sonido, sobre todo en Walls of Jericho. Es cuando menos increíble que Rock al Parque se haga todos los años en el mismo lugar y no haya poder humano que impida malas noticias de siempre, como el sonido que se daña todo el tiempo y las medias de guaro piratas en 20.000 pesos. Si el guaro es pirata y consumirlo es un riesgo, por lo menos deberían dejarlo más barato.

Fotos: David Micolta.

Mira también:

Rock al Parque 2018: el metal nunca pierde.

Diccionario del rock, según un académico y Byron de 4 Extraños en DC.